Luis Marcoleta (66) se sienta en su casa de Teno para la entrevista. Desde hace un par de semanas volvió a su hogar en la región del Maule, después que terminó su vínculo con Santiago Morning.
“El Señor de los ascensos” tiene una rica historia, desde que empezó en su Antofagasta natal, pasando por Magallanes para llegar al América de Cali, el equipo que se empezaba a formar para competir a nivel sudamericano con tres subcampeonatos seguidos de la Copa Libertadores. Ese retorno al fútbol chileno y su exitosa carrera como entrenador en el ascenso nacional.
El DT abre sus recuerdos y repasa estas cinco décadas en el fútbol, pasando por varios puntos de su carrera.
-Luis, ¿le molesta el mote de que es un técnico del ascenso?
No, me siento orgulloso, porque yo creo que la división más difícil del fútbol chileno es la Primera B. Y a cada técnico que está en Primera y viene a esta división, le cuesta mucho acostumbrarse y sacar resultados. No les va bien porque esta división es bien especial. El tipo de jugadores, el tipo de cancha, los arbitrajes, los dirigentes. Es especial. Una división donde cualquiera le gana a cualquiera, en la posición que esté. Un partido que tú vas ganando 3-0, lo puedes terminar perdiendo 4-3. Tiene de todo.
-¿Es más difícil dirigir en la B que en Primera?
Absolutamente, es más difícil dirigir en la B que en Primera. Porque en Primera tú tienes más espacio, más tiempo, jugadores técnicamente mejor preparados y bueno, también ahí vamos a otro tema: antes se jugaba. Porque cuando te invitaban era a jugar fútbol. Pero hoy en el fútbol se corre más de lo que se juega y el fútbol no es así. Hoy te invitan a correr al fútbol. Entonces esa es la diferencia. A mí me cuesta digerir eso. Entonces, en Primera División hoy se juega con algunos ripios técnicos, que uno dice que no pueden estar en Primera División. Hoy es muy fácil para el futbolista estar en el fútbol profesional. Aunque de verdad cuesta muchísimo. Porque, primero tienes que ser bueno. La primera evaluación que te hacían antes era si tenías calidad. Hoy, si tienes tanto porcentaje de grasa o el GPS: ‘Pero mira todo lo que corrió, mira todo lo que metió’, te dicen. Hoy se aplaude cuando se tiran al piso, no al que da el último pase o que hace un buen remate, sino que dicen: ‘Oye, mira cómo corre ése’. Por eso digo que hoy se corre al fútbol, no se juega al fútbol.
-Luis, ¿por qué siente que cuando se habla de usted, se dice “El Señor de los ascensos”, pero no se habla de un técnico de Primera División?
Primero, parto de la base que la posibilidad de dirigir en Primera División me lo gané yo: con mis ascensos. Tanto con Ñublense, donde hicimos un buen año, terminamos octavos o novenos. Después con Curicó, también. En Arica lo mismo, pero descendimos. Quizás mi carencia fue no mentalizar a la gente de que estábamos en esa división y potenciarnos. Nunca los potencié como teníamos que haber potenciado para enfrentar la Primera División, trajimos lo que se podía dentro del presupuesto, pero quizás me faltó poner más énfasis en eso. Entonces yo tenía la base y cantidad, pero me faltó la calidad que marcara la diferencia y que ayudaran a este grupo.
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Su vida en Colombia
Marcoleta debutó en primera en 1977 con la camiseta de Club Regional Antofagasta y allí comenzó su carrera.
-Cuando empezó en Antofagasta, ¿soñaba con todo lo que le pasó después en su carrera como jugador y como entrenador?
¿La realidad? No. ¿Y por qué un no rotundo? Porque yo era basquetbolista, no era futbolista. Si bien es cierto, desde muy joven jugué todos los deportes: béisbol, vóleibol, waterpolo, atletismo, todo. Y fui basquetbolista hasta los 15 o 16 años y hasta salí seleccionado chileno. Entonces un día, cuando tenía 17, mi papá me dice que tengo que ir a probarme a Antofagasta y ahí empecé. Así que no me pude haber imaginado todo lo que he vivido hasta el momento.

-¿Y por qué se dedicó al fútbol y no al básquetbol?
No sé si por obligación, pero antes se hacía caso a los papás y yo era obediente. Era de los hijos que, con un silbido o una mirada, significaba que había que hacerlo. Se podría decir que estoy en el fútbol por una obligación de mi padre y, además, que a mi mamá le gustaba mucho y ella era una de las personas que más me acompañaba a todos mis eventos deportivos.
-En el fútbol, ¿lo probaron de centrodelantero?
No. El entrenador era Jaime Ramírez Banda. Yo antes era ‘8’, pero al final el ‘6’ no pudo jugar y terminé debutando de contención contra Cobreloa. Yo pesaba 59 kilos.
-¿Y en qué momento se produce la transición a centrodelantero?
Al año siguiente (1979). Ese año, el club baja a la Segunda División y ahí me colocan en mi puesto: de ‘8’. Hice 13 goles. Entonces, al año siguiente me pusieron igual de ‘8’ o de ’10′. Y ahí ya hice 27 goles. Al año siguiente (1981), me vendieron a Magallanes y llegando, Eugenio Jara, que era el DT, me hace jugar de ‘9’ y el primer año estuve entre los goleadores de Primera División con (Carlos) Caszely y Pititore Cabrera. A mí me favorecía mucho haber jugado básquetbol, porque yo sabía pivotear, sabía usar los reversos, siempre estaba bien perfilado para recibir el balón hacia el arco. Muchas cosas que el fútbol le ha robado al básquetbol. Y al año siguiente también venía como goleador, pero en un partido contra Unión Española, me fracturé el hueso frontal en una jugada con Fernando Astengo. Recién volví en la segunda rueda. Y el presidente de Magallanes, Hugo Vidal Lazcano, me dijo que me querían Colo Colo y Cobreloa, que eran los poderosos en esa época. Y don Hugo no quiso venderme. Al final me llamó que había una oferta de Real Mallorca de España. Yo me fui de vacaciones y quedó en avisarme. Justo en esa época, hubo una devaluación de la peseta en España y él quería que lo compensaran. Los españoles no quisieron y no pasó nada. Me vuelve a llamar a las dos semanas y me dice que tenía una oferta de América de Cali. Yo era un pajarito, y le contesté que sí y me terminé yendo al América de Cali, donde estaban Julio Falcioni, Willington Ortiz, Juan Manuel Battaglia, González Aquino, Raúl Roque Alfaro, Daniel Teglia. Y bueno, a ese equipo llegué y salimos campeones.
-Es la base del equipo que después sale tres veces subcampeón de América.
Exactamente, dirigido por el médico Gabriel Ochoa Uribe. A él había que decirle médico y al preparador físico, que era Gastón Morales, un chileno que llevaba muchos años, se le decía ‘profe’. Cuando llego era cabrito y me llama para decirme dos cosas. La primera, que la figura de este equipo era yo. Y la segunda, ‘cuídese de las colombianas’ (suelta una risa larga).
-Llegó en tiempos difíciles de Colombia: el club era propiedad de los Rodríguez Orejuela.
Bueno, con el tiempo me fui enterando de estas cosas, pero no en el momento. Creo que eso me favoreció de haber vivido con tranquilidad todo ese período. Claro, el vicepresidente era Miguel Rodríguez Orejuela, el jefe de cártel de Cali, que lo vi tres veces: cuando me dio la bienvenida, en una actividad general y después de un partido en el camarín, que vino con un abrigo largo y empezó a repartir la plata de premios. Para aquí y para allá. Hubo varias anécdotas como esa. Otra vez que lo vi fue cuando salimos campeones, en los festejos.

-¿Y vio la serie ‘El Cartel de los Sapos’, que está basado en su vida y en historias de esa época?
Sí, y después leí varios libros y varias personas que lo nombran o personajes muy similares. Yo los conocí a esos personajes, porque viajábamos en chárter. Estaban su hermano, su hermana, su hijo. Un montón de gente que yo conocí. Pero de muchas cosas me di cuenta con el tiempo. Lo que sí me llamó mucho la atención una vez, pero también el desconocimiento era total de esa época, fue cuando jugamos Copa Libertadores contra Alianza Lima. Me parecía extraño que el América llevara tanta utilería a ese partido. Eran como diez o quince sacos de ropa. Después, supe por qué llevaban tanta ropa (larga una carcajada). Por eso hay muchas anécdotas que después las fui relacionando con la serie o los libros que he leído de lo que se vivía en ese momento.
-¿Y por qué se volvió?
Uno no tenía la información ni la madurez tampoco que tiene hoy un joven de 20 años o 21 años. No tenía la información, incluso el Deportivo Cali me quería prestado, pero yo quería volverme. Además, nació Rodrigo, mi segundo hijo (hoy preparador físico que trabajó en su cuerpo técnico). Y al final regresé, a pesar de poder ir a jugar al Saint Etienne, que había descendido (1984) en Francia y querían que subiera a Primera. Igual yo opté por mi familia.
“Hoy sería el 9 de la Selección”
El regreso de Marcoleta fue en 1984 para defender a Audax Italiano. Más tarde siguió su peregrinaje por Iquique, Antofagasta, San Luis, La Calera, Valdivia, Palestino, Lozapenco, Huachipato y el final en Valdivia, donde es el goleador histórico (37 goles).
-¿El Marcoleta DT de qué pone al Marcoleta jugador: de ‘9’ o de ‘8’?
De ‘9’. Sí, porque hoy escasean esos jugadores. La memoria de tanta persona que se acuerda de uno, que yo era un ‘Tanque’, que entraba, que metía... Y la verdad yo nunca me consideré un ‘Tanque’, sí era valiente, pero yo me consideraba un ‘9’ más inteligente porque me recostaba, pivoteaba hacia el ’10′, o el ‘7’ o el ’11′. Después, aparecía en el área y, claro, entraba con todo en el área, pero no me consideraba ni un ‘Tanque’, ni un guerrero, ni un avasallador. Yo creo que era de esa línea. Incluso, una vez Leonel Herrera, el central de Colo Colo, me dirigió en Deportes Valdivia, cuando estaba en Primera División y justamente en una conversación me preguntaron ahí quién era el defensa más hachero. Bueno, al ‘profe Leo’ le decían ‘Patitas con sangre’, y él dijo que yo tenía una virtud: cuando llegaban a pegarme, ya había soltado la pelota. Porque yo recibía, giraba inmediatamente y la patada pasaba de largo. Entonces esas cualidades hoy en día los centrodelanteros no las tienen; mis mejores amigos eran el puntero derecho y el puntero izquierdo, porque ellos me alimentaban. Hoy les digo a los delanteros que entran al área que no tiene que sorprenderles ningún balón, porque yo ya sé a lo que voy. Por eso digo que hoy sería un muy buen centrodelantero en estos días.
-¿Lo llamaría Gareca hoy?
De seguro, porque una de mis cualidades es que era goleador. De donde podía, pateaba al arco y como le pegaba fuerte y bien, nunca le pegué mal al balón, pelotas bien precisas, cruzadas. Don Orlando Aravena, que me dirigió también, una vez dijo que yo no jugaba contra el equipo rival, sino contra el arco rival. Me quedó marcada esa frase.

-Para alguien más joven, ¿como qué jugador era, tipo Humberto Suazo o Esteban Paredes?
Yo creo que la diferencia es que Suazo es mejor (sonríe), porque el ‘Chupete’ tiene una capacidad y una lectura de juego tremenda, que hoy el futbolista en general carece, no lee bien la jugada, sólo juega. ‘Chupete’ puede seguir jugando hasta los 50 años y cualquier jugador puede jugar hasta los 50 años, si es que tuviese esa lectura del juego. Y el caso de Esteban (Paredes) es que era un goleador nato. Yo creo que el hecho de haber sido volante por muchos años, le permitió siempre llegar al área desmarcado en los sitios donde no había otro y sacaba mucha diferencia. No tengo de uno en específico, tengo algo de varios. Tenía esa capacidad goleadora de Esteban, a veces la inteligencia de Suazo y siempre estar en la posición que está el goleador, como la tiene Eduardo Vargas. Por ahí, tenía cosas de ellos tres.
-Me llamó la atención la frase de que hoy el futbolista no sabe leer el partido.
El futbolista de hoy tiene menos talento y, también, menos vocación. A diferencia del de antes, que era más talentoso y con mayor vocación. ¿Ejemplo? El futbolista de hoy tiene cualquier información, puede ver fútbol de todo el mundo, puede ver, puede leer. El de antes no tenía la información y por ende sus capacidades eran innatas y tenía que desarrollarlo de esa manera. ¿Y por qué más vocación? Porque antes nosotros nos debían hasta cinco meses, pero el afán y el deseo de jugar podían más que un par de lucas. Y hoy no lo lee bien, porque el extremo va a tirar un centro, está el lateral y le pega el pelotazo. Y no le hace un amague, no le hace una finta. Los centrales hoy están más preocupados de salir jugando antes que de marcar, que es su primera función. El futbolista de hoy es más teórico que práctico, ve mucho y después quiere ejecutarlo, pero como no lo practica, no le sale.
-El futbolista de antes era más silvestre, más salvaje.
Sí, porque para mí el fútbol es el del barrio. El fútbol bueno y bonito comienza en el barrio. Eso se ha perdido, se ha academizado mucho el fútbol. Hoy al niño de 10 años le meten conceptos tácticos, por eso le digo a mis jugadores que vuelvan a su esencia. Que jueguen uno contra uno. ¿Quién no lo ha hecho en el barrio? Yo tengo una anécdota con Pablo Guede. Cuando salió campeón con Colo Colo y yo estaba en Curicó, nos invitó varias veces a jugar amistosos y un día y se me acerca para conversar. Yo le había dado una entrevista al periodista Leonardo Salazar, de El Mercurio, donde decía que el futbolista se había robotizado con mucha información, lo cual es como que lo tuvieran muy abrigado, y que había perdido su esencia. Y yo digo que muchas veces, más que meterle cosas al futbolista, hay que sacarle cosas. Y cuando uno lo libera y le saca cosas, llega a su ADN, y aparece el jugador que todos queremos. Los técnicos somos muy patudos y queremos ser los protagonistas, cuando para mí el futbolista siempre es el principal protagonista. Entonces lo llenamos de información como para decir ‘mira todo lo que yo sé’. Y, según mi punto de vista, el futbolista no le interesa todo lo que sabe el entrenador. El futbolista se interesa en el entrenador, cuando el entrenador se interesa en la persona, recién ahí le pone atención a uno. Entonces, vino Guede y le dijo a su preparador físico: “Mirá lo que dice el ‘Viejo’ tiene razón. Desde que le empecé a sacar cosas al equipo, Colo Colo empezó a ganar y quería decírselo, porque nos hizo muy bien haberlo leído”. Entonces, yo creo que al futbolista de hoy, se le ha ido quitando la esencia y los entrenadores estamos más pendientes de que vean nuestro trabajo y no el trabajo del futbolista.
-Usted trata de decirle lo mínimo e indispensable.
A mí me gusta enseñar. Yo soy un entrenador-educador. Fíjate que antes de contratar a un jugador, yo lo entrevisto, incluso hasta lo grabo y le hago ciertas preguntas, porque después esa grabación me sirve a mí de motivación, para decirle ‘mira, todo lo que dijiste, lo estás haciendo, te felicito, eres consecuente, tienes que seguir así’ o ‘mira a lo que tú te comprometiste y no estás siendo consecuente con tu propuesta o tu objetivo’. Entonces me sirve eso. Le hago una encuesta, a veces escrita, para ver su ortografía y saber cuál es el nivel. Trabajo mucho como profesor, entonces me interesan ese tipo de situaciones para poder enseñar. Una de las preguntas que yo hago es: “¿Cuántas reglas tiene el fútbol”. Y no la saben. Cuando uno ama, debe saber todo de la persona que ama. Y si uno hace una encuesta a todos los futbolistas en Chile, no sé si el 5% sabe las reglas. Mis charlas están orientadas a que los futbolistas crezcan. Mi enseñanza es integral, porque creo que hoy los entrenadores trabajamos prácticamente todos igual. Un ejercicio más, un ejercicio menos, un concepto más o menos. Hoy, los entrenadores somos un 30% entrenadores, de acuerdo a mi vivencia, pero nosotros somos más líderes. Por eso mucho entrenador que es muy bueno en la cancha, fracasa fuera de ella, en el camarín, en el liderazgo. Y hoy, creo que la labor del entrenador es un 30% y la labor de liderazgo es un 70%, porque tú sabes que el liderazgo es influir sobre una persona, llevándolo a un objetivo donde no sabe cómo llegar y darle la herramienta para llegar. Más allá de lo táctico, porque uno recibe jugadores carentes de afecto, carentes de guía, carentes de papá, padre drogadicto, en el círculo que lo rodea también hay mucha drogadicción. Yo funciono mucho como líder y el hecho de poder llegar al corazón, me permite capturar el corazón del futbolista y ahí le puedo sacar todo el rendimiento que yo quiera.

-¿Cómo se logra achicar la brecha generacional con los jugadores?
Una de las de las cosas que ha mantenido vigente es que me estoy capacitando constantemente, me estoy actualizando. Imagínate cuántas generaciones me ha tocado dirigir. Cada vez el futbolista está más distinto. En el fondo no es saber más, sino que saber mejor. Y de esa manera me ha servido para estar actualizado, entender los conceptos, las nuevas palabras, aprenderme algunas canciones, algunos términos. Entonces a veces, cuando les contesto, se dan cuenta que no estoy tan fuera de foco. Eso me permite ese diálogo y esa confianza en el futbolista. Yo soy de mucha confianza con los jugadores.
Sus charlas en el norte de África
-Tocó un buen punto, que es el 30% entrenador y 70% líder. ¿Siente que en la generación de entrenadores nuevas va cambiando ese porcentaje?
Normalmente, todos los años me llegan uno o dos jóvenes para hacer la pasantía en los equipos que he estado y tengo bonita experiencia con los jóvenes, porque claro, ellos se encuentran con una realidad totalmente distinta. Ahí me he dado cuenta de que hay una carencia notable de liderazgo. Ellos salen preparados para entrenar en la cancha, pero la mayoría terminan aprendiendo de mí más de liderazgo que de la cancha. Porque, como digo yo, hay cosas muy similares. Alguno me ha preguntado: “¿Cómo usted ha conseguido ocho ascensos?”. Y yo le respondo que si tuviera la fórmula, sería millonario. Cada equipo es totalmente distinto, cada jugador es distinto. Pero sí hay algunas cosas que yo repito mucho que es la lectura diaria, cómo llega el jugador. Yo soy de saludar de mano al futbolista cuando llega y genero ese ambiente. Lo mismo que cuando se van. Si se ríe mucho o si no se ríe. Eso me permite a mí acercarme a algunos que no veo bien, que deben andar en alguna maldad. Eso es ser líder. Después, hay que solucionar inmediatamente los conflictos, por ejemplo si se dan una patada en un entrenamiento. El joven de hoy no quiere ser instruido, quiere ser motivado solamente. Hay que trabajar más con la motivación, a pesar que yo digo que la motivación es como una llama que se enciende y se apaga. Si usted me pregunta qué prefiero yo: ¿la motivación o la disciplina? Yo prefiero la disciplina, porque la disciplina te va a llevar a lograr tu objetivo, porque hay cosas que tú no quieres hacer y tienes que hacerla. Es como lavarse los dientes: no lo quieres hacer, pero hay que lavarse. Pero después ves la consecuencia de ser disciplinado. Y entre en un jugador talentoso y un jugador disciplinado, Luis Marcoleta prefiere a uno disciplinado.
-¿Se arrepiente de algo que ha hecho en su vida futbolística?
Sí, a mí me gusta el bajo perfil. Eso me jugó en contra. El marketeo mío fue muy malo, con todos los títulos que tengo. Una vez un técnico argentino me dijo: ‘Profe, con todos los ascensos que usted tiene, no podría caminar en la calle en Argentina’. Pero el marketeo fue muy malo. Yo termino mis temporadas y me vengo a mi casa. Así soy yo. Tengo mi culpa porque no me he dejado conocer. Porque quizás la gente tiene la imagen de un señor que se sienta en la banca con un jockey, que dice Jesús, pero no tiene idea de cómo hablo, no tiene idea cuáles son mis convicciones, mis principios. No saben si hablo bien, si modulo, si me expreso bien. Muchas cosas que la gente desconoce de mí. Por ejemplo, he estado dando charlas hasta en el norte de África, en Argelia. Y nunca lo he dicho. Me encanta educar. He sido profesor de universidad, yo terminaba los domingos y los lunes daba clases. El marketeo mío es un cero. En ese ramo es un cero (sonríe).
-¿Por qué estaba haciendo charlas en el norte de África?
Porque yo pertenezco a un ministerio donde van rotando a los entrenadores, al de Asia lo mandan a Sudamérica y así. A mí me mandaron a África, en Orán, Argelia, y yo pensé que había otro más. Y cuando llego allá, yo era la figura y tenía que hablar de la parte formativa de lo que pasaba aquí en Chile y en Sudamérica. Siempre me invitan, pero es en junio o julio. Normalmente en esos períodos no he podido ir.
-¿Esa transformación por qué se dio?
Esto ocurre cuando yo era futbolista en Deportes Valdivia y un compañero llamado Mario Flores me habla a mí de Jesús y empiezo a entender muchas cosas. Y claro, muchos dicen que el alcohólico, el curado, el separado, el que tiene problemas llega a los pies de Jesús. Y efectivamente es así, justamente Jesús vino a los que estamos con problemas. Jesús entra en la vida de los que sí teníamos esa carencia, esa necesidad, ese vacío interior. Yo antes usaba jockey de Nike o Adidas, pero ellos no me daban nada. En cambio mi manager es Jesucristo. Gracias a él tengo trabajo, porque nunca me he manejado con representante y ese es otro punto que me juega en contra, como el marketing. Igual, todos los años tengo dos o tres posibilidades de poder dirigir. Y hay veces que tomo decisiones que nadie entiende, que no son de dinero, pero pasa por lo que yo siento en mi corazón, donde yo siento que puedo ser un aporte.