Los diez títulos vividos en San Carlos de Apoquindo han marcado a fuego a Germán Lanaro (38), hoy asistente técnico de Pablo Guede en el club Puebla. Con la perspectiva que dan el tiempo y la distancia, el zaguero analiza el presente de Universidad Católica, sin perder el norte de que habla de su querido y respetado club y que las amistades que forjó en la precordillera perdurarán por el resto de la vida.
Dueño del no despreciable título del “jugador extranjero que más vueltas olímpicas ha dado con la camiseta cruzada”, Lanaro se adentra en el presente deportivo de Católica a partir de su rica experiencia en la institución.
-Cuando llegaste a jugar al fútbol chileno, a los 26 años, ¿imaginaste que harías el resto de tu carrera en Chile, además con muy buenos rendimientos?
-La verdad es que no. Había tenido a Pablo Guede en Chicago, habíamos ascendido y él me propuso ir a Palestino, que lo había contratado como técnico. Era una buena experiencia salir del país, para alguien como yo que había jugado en el Ascenso, en el Argentino A... La verdad es que me vine con muchas expectativas y cuando conocí el fútbol chileno, nunca pensé quedarme tanto tiempo, ni tanto en un solo club, como fue en (Universidad) Católica. Pero como decimos nosotros, las cosas se fueron dando bien y todo salió muy natural. Hoy me siento agradecido de haber dado ese paso.
-Eres el jugador no nacido en Chile que más títulos ha ganado en Universidad Católica (10). Haciendo memoria, ¿cuál de todos esos títulos es el que pensaste que se te iba a escapar?
El del 2016, mi primer título con Católica. No solo por ser el primero, sino por cómo se dio. Veníamos peleando con O’Higgins las últimas fechas, ellos llegaron con ventaja de dos puntos al último partido y nosotros debíamos jugar con Audax en San Carlos, y O’Higgins con Universidad de Concepción. Internamente, decíamos ‘bueno, intentaremos hacer nuestro trabajo y después no sabemos qué va a pasar’. Arrancamos mal, en el primer tiempo perdíamos 1 a 0, y se juntó todo: un poco de rebeldía, esas ganas de ganar algo, el empuje de la gente y la ilusión de un título después de varios años sin poder ganarlo, hizo que termináramos dando vuelta ese partido y que la U de Conce derrotara a O’Higgins.
-¿Fue un título que produjo un remezón?
Yo no hablo de mochilas, porque para muchos de ese plantel era nuestro primer año en Católica, pero la necesidad de tener que ganar cosas y la ilusión de la gente, hizo que nos soltáramos. A partir de ahí, volvimos a ganar el torneo, la Supercopa, después se obtuvieron otros campeonatos más; creo que nos acostumbramos a ganar. A ese estado es complejo llegar, porque deben unirse muchos factores.
-¿Qué implica acostumbrarse a ganar? ¿Por qué es algo difícil de mantener?
Acostumbrarte a ganar, obliga a reinventarte en el éxito. Cuando a vos te va mal, obviamente tenés que cambiar algo porque la máquina no funciona. Cuando te va bien, te preguntás: ¿qué cambio debo hacer para seguir creciendo, para que te vaya mejor que antes, para seguir creyendo? Y eso nos empujo, nos obligó, tuvimos una racha de 6 o 7 años en la que pudimos seguir creciendo, aun cuando tuvimos muchos cambios de entrenadores y, sin embargo, el equipo siguió siendo competitivo. Además, todos esos años estuvimos jugando torneos internacionales, Copa Libertadores, y disputando y ganando el campeonato local, con planteles que no eran muy grandes. Valoro mucho lo que se hizo, se armó algo virtuoso con los jugadores, directivos también, y los técnicos que llegaron, que sabían a lo que venían. Y, por cierto, con los hinchas que se acostumbraron a ganar. Nos pusimos una vara alta que después no podés bajarla.
-Pero muchas veces se dice que el fútbol es presente...
En los últimos diez años, Católica es un club que salió campeón un montón de veces y eso hizo que la exigencia hasta el día de hoy sea alta, lo que no me parece mal, porque hace que los clubes se engrandezcan y aumente el nivel de competencia.
Kuscevic, Huerta, Maripán...
-De todos los zagueros con los que formaste dupla, ¿podrías mencionar dos con los que mejor te sentiste jugando?
Pasé por buenos jugadores, me ayudaron a crecer. En los últimos años, cuando uno está más maduro y va viendo de qué forma adaptarse a los equipos y encontrar su rol, me sentí pleno. Te puedo nombrar tres o cuatro, dos sería injusto, que han hecho una gran carrera. Benja Kuscevic, Guillermo Maripán, Valber Huerta, fueron en esa etapa chicos que le dieron mucho al club, que crecieron muy bien y rápido. Hoy soy muy feliz de haber compartido con ellos, de ser testigo de su crecimiento y de ver a los lugares que llegaron. Cuando se comprende el rol dentro del equipo, uno ya no compite con ellos, sino que también es parte del crecimiento de ellos.
-¿Tu entendías el rol que cumplías entonces en cada plantel?
Mi premisa era jugar, es el objetivo de todo futbolista. El hambre por querer estar no había que perderla. En un club grande, vos competís cada seis meses con un jugador que traen, porque anduvo bien en otro equipo y el club cree que es una buena inversión. Esto de reinventarse que hablábamos antes, te mantenía activo, enfocado, obligado a aprender, a crecer, por dónde sacar lo mejor de ti. Yo sabía cuáles eran mis cualidades y mis limitaciones, entendía que tenía que desarrollar mis armas. Por eso fui entendiendo esto de no verlo tanto como una rivalidad sana, sino que de emplear mis herramientas para tratar de jugar siempre, aportar en la posición que me pusieran. Así entendía mi contribución al club. Puede interpretarse como algo un poco egoísta, pero era así.
-¿Y en Católica compartían también su visión?
Yo creo que el club lo entendió, porque evidentemente cuando uno se hace más grande, va teniendo menos posibilidades de salir a jugar afuera, pero más opciones de hacerse fuerte donde estaba. Los últimos años lo entendí y acepté de esa forma, pero sin perder las ganas de ser competitivo y de siempre estar.
-Y de los rivales que te tocó enfrentar, ¿alguno al que siempre controlaste y que en el balance siempre saliste ganancioso? ¿O con alguno con el que tuviste más problemas para marcar?
Ya lo he dicho antes, no voy a descubrir nada. Esteban Paredes era un tipo difícil de marcar, muy vivo dentro del área, sabía manejar los tiempos. Me costó marcarlo muchas veces. Los equipos grandes en Chile tenían buenos delanteros, el mismo Gustavo Canales. En Copa Libertadores, Paolo Guerrero, en un muy buen momento de su paso por el Flamengo. Eran jugadores que te ponían a prueba todo el tiempo. A mí me gustaba enfrentarlos, creer que podía estar a la altura de esos niveles, aunque varias veces me ganaron. También tuve compañeros delanteros de gran nivel, como Nico Castillo en una etapa impresionante, o el Tanque Silva. Son jugadores que te obligaban a ser mejor y, en los entrenamientos, entender que esos te iban a elevar la vara para cuando te tocara medirte con rivales de envergadura.
¿Cuál era el clásico favorito que te gustaba jugar: contra la U o ante Colo Colo?
Nadie puede negar que los clásicos son especiales, estadios llenos, hinchas muy estimulados, jugadores motivados, el ambiente previo de la semana, la prensa que genera expectación... Tal vez una de las cosas que extraño de ya no ser jugador, es justamente lo que se vive la semana antes de esos partidos. Pero intentaba desdramatizarlos, lo que no significa que no me gustara jugar los clásicos. En esa etapa, con la U nos fue mucho mejor que con Colo Colo, con el que perdimos más de lo que ganamos. Pero, de verdad, no tengo un favorito entre los dos.
“UC necesita tiempo y estabilidad técnica”
-Jugaste 6 Copas Libertadores, 5 por la UC y 1 por Palestino, y 5 copas Sudamericana. ¿Qué faltó para que la UC hiciera una campaña realmente memorable en alguna de ellas?
Hay factores muy variados. Primero, tuvimos cuatro entrenadores en cuatro torneos distintos. En el fútbol hay jerarquía económicas y futbolísticas, y a veces cuando jugás contra jerarquías económicas que son capaces de tener infraestructura y armar dos equipos buenos para jugar paralelamente, la única forma de compensar esa diferencia es con trabajo a largo plazo. Cuando cambiaste los técnicos todos los años, y no digo que haya sido algo malo para nosotros, no encontraste una continuidad en el tiempo que permitiera afianzarnos como equipo. Copa Libertadores se juega de otra forma que un torneo local. A Católica le pasaba que en el campeonato chileno los equipos, de cierta forma, la respetaban por la jerarquía que se había alcanzado, pero cuando salías a jugar contra brasileños o argentinos, era difícil, porque eran equipos no solo con más historia, sino que con más dinero, más jugadores, con más estructura para pelear una Libertadores. Esto que digo es una opinión personal, pero si vos querés equipararlos, debes intentar tener unos años de estabilidad, de encontrar un cuerpo técnico, jugadores, un equipo que sepa lo que juega, que se haga fuerte de local, que de visitante vaya a hacer su trabajo para traerse un resultado. Y todo eso, al final, significa tiempo. Y en el fútbol de hoy hay que ganar, ganar y ganar. Y los que estamos en esto, lo aceptamos, aunque no sea la forma de lograr los objetivos. En la Copa Sudamericana estuvimos más cerca, nos faltó poco para dar ese pasito y competir más arriba. Ahora, yo hago este análisis con la cabeza fría, pero cuando estábamos metidos en los torneos, no hacés esta reflexión. Hoy, claro, esa experiencia te sirve de enseñanza para cuando te toque estar en esa situación.
-¿Cuánto cree que ha influido el aspecto financiero en que esta Católica ganadora no haya estado dando la pelea por el título estos últimos años?
No manejo los números ni tengo noción de valores en gastos, pero, sí, Católica se acostumbró a pelear arriba. Que ahora no se den las cosas, encima con la reestructuración de un estadio en medio, que obvio que tiene mucho que ver, es complicado. A veces intento creer que lo económico no es todo, no solo es un tema de gestión interna, sino que de acomodarse a una nueva idea. Poco tiempo después de que estuvimos nosotros, lo de Católica fue todo muy lineal, en el rearmado de plantel, rearmado del cuerpo técnico, la vuelta de algunos ex jugadores... como que intentás competir con lo que va pasando en el mismo mercado, y a veces eso te lleva a tomar decisiones apresuradas; después, es difícil darle la vuelta. Pero todo me parece que se va a reajustar en tanto y cuanto el nuevo estadio esté listo, y tengas un lugar donde hacer de local. La localía es una fortaleza en el amplio sentido de la palabra.
-¿Considera que el nuevo estadio puede ser un punto de partida para el rearme de Católica?
Creo que sí. Porque como jugador viví lo que es tener que hacer de local en Viña del Mar o en Rancagua, y es otra cosa. Tener un lugar donde está tu gente, donde te sabés fuerte, donde los equipos rivales lo sienten, juega a favor. Tendrá que pasar un tiempo para que el hincha de Católica, acostumbrado a ganar, analice el valor de esperar por el nuevo estadio. Porque el hincha y el jugador, en la vorágine de la competencia, por lo general solo se enfocan en ganar y ganar todas las semanas.
-¿Pero esa lógica se mantiene en cualquier estadio, no solo en uno nuevo?
Pero la terminación del estadio, poder afianzarse de local, va a ser muy positivo, y quizás también trae aparejadas otras cosas. Pensar que en el nuevo estadio ya se va a ser otro equipo, darle una vuelta a la forma de jugar, a plantarse en la cancha distinto, que se tiene otra idea del 4-3-3 que armamos de hace años y que quizás los rivales ya te lo tienen tomado. Esos cimbronazos, como puede ser tener un estadio nuevo, si vos lo usás para hacer algo bueno, te pueden funcionar.
-¿Qué te siguen transmitiendo los hinchas de Universidad Católica?
Agradecimiento por todo lo que le dimos al club. Yo siempre hablo en plural porque los logros fueron del equipo, de los compañeros que armaron la competencia interna sanamente. Ese plantel siempre tuvo un aura que sabíamos que tendríamos resultados, porque había muy buenos jugadores y por la forma en que el equipo funcionaba. Tener a José Pedro Fuenzalida, a Luciano Aued, a (Diego) Buonanotte, en su momento a Nico Castillo, a Mati Dituro, a Toselli, Sacha Sáez, la verdad es que fueron pasando jugadores que siguieron dando una exigencia permanente. Ese equipo transmitía que a la cancha salía a competir y daba ganas de acompañarlo. Yo soy un agradecido también, porque nunca pensé estar tantos años en un solo club. Pasar siete años y medio en un solo club, no son muchos los que la pueden contar. Me tuvieron paciencia, porque hubo momentos en que las cosas no salieron y, sin embargo, nunca fue algo tan malo para no poder darle la vuelta. Y hoy recibo el cariño, pero sobre todo el respeto de la gente, que es algo que no se compra. Sé que en algún momento con Católica nos volveremos a encontrar.
El presente mexicano
-Ahora estás de ayudante de Pablo Guede en el Puebla de México. Ya lo fuiste en Argentinos Juniors. ¿Más allá de la amistad, qué significa para ti trabajar con él?
Pablo me abrió las puertas cuando me retiré, ya lo habíamos hablado meses antes de tomar mi decisión. Sus conceptos me llevaron a pensar que el fútbol se podía jugar de otra forma, y esas ideas hicieron que me fuera a trabajar con él, de tomar todas las herramientas que me podía ofrecer. Estoy muy contento y creciendo mucho. Agradecido también de haber estado en Argentinos Juniors y ahora en Puebla.
-¿Es muy distinto dirigir a jugar?
Siempre creí que jugar al fútbol no te daba la potestad de saber qué hacer del otro lado. Y ahora, desde fuera de la cancha, compruebo que es completamente distinto. Quería dirigir para aprender, experimentarlo, vivirlo, y con Pablo tengo hoy esa amistad y trabajo, y estamos buscando esa sinergia que nos hace ser mejores. Ojalá sea un gran año para el Puebla y para nosotros.
-¿Cómo se manejan las visiones distintas en un trabajo de cuerpo técnico cuando hay amistad de por medio?
Nos pasa, obvio... Él jugó de delantero; yo, de central. Hay muchas ideas futbolísticas en las cuales cada uno tiene su premisa, intentamos unificar las ideas, consensuarlas. Pero durante ese intermedio, hay cosas que, claro, no se ven, los tira y afloja. Al cabo, quien tiene la palabra final es Pablo, porque es lo que tiene que pasar. Pero encontramos ese punto donde nos podemos decir las cosas, a sabiendas de que sirve para el equipo y para nuestro propio crecimiento. Pablo es un tipo abierto, te da mucha responsabilidad y te genera el espacio donde dar tu opinión. No solo entre nosotros, sino que para todo el cuerpo técnico.
-¿Te tocó enfrentar a Pablo Guede técnico en un Católica-Colo Colo? ¿Bromean algo cuando se acuerdan o se enfrentan los equipos en Chile?
Sí, nos recordamos algunas veces de los partidos que jugamos, y bromeamos. Tengo muchos amigos en Colo Colo, así que la rivalidad trato de minimizarla. A veces se habla tanto que no te das cuenta que lo importante son otras cosas. Cuando se da el tema, Pablo siempre me dice ‘mirá, que te gané’, porque a él le fue muy bien en los clásicos con Católica, no perdió. A veces me habla: ‘¿te acordás ese partido en que mandé a que te marcaran?’ Él se acuerda con frecuencia de Colo Colo y de algunas veces en que hizo algún movimiento y termino ganando. Yo le digo que me acuerdo, pero no entro en su juego, porque sé que después la sigue y no termina... Encima, cuando estuvimos en Argentinos Juniors también estaba Coco Grondona, que estuvo en Colo Colo, y yo estaba en inferioridad numérica y me atacaban por todos lados. Yo solo me defendía diciéndoles que en Católica había levantado tantas copas, que todavía me dolían los tríceps.