En 2020, Universidad de Chile vivía una de sus etapas más complejas del último tiempo. Con el descenso rondando de forma peligrosa y el equipo sin rumbo claro, los refuerzos que llegaban asumían una responsabilidad mayor que la habitual: ayudar a sostener a un gigante que tambaleaba.
Uno de ellos fue Fernando Cornejo, volante que venía de buenas campañas en Coquimbo Unido y que aceptó el desafío de vestir la camiseta azul en plena crisis deportiva.
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En esta conversación con En Cancha Prime, el actual mediocampista de Liga de Quito recuerda su arribo al Centro Deportivo Azul, el impacto de la pandemia, la frustración de no poder consolidarse como esperaba y su difícil relación con Rafael Dudamel.
-Te tocó llegar en un momento muy complicado a la U, quizás el peor de su historia reciente. ¿Cómo tomaste ese desafío de llegar a un equipo que estaba en plena reconstrucción?
Cuando me llega la oportunidad de ir a la U, fue algo muy lindo por todo lo que significa el club, más allá de que ese año (2019) no había sido bueno para ellos. La U te genera muchas cosas, desde enfrentarlos hasta ver cómo los hinchas llenan el estadio en todas partes. Eso uno lo nota, lo vive. Además, está toda la historia que tiene el club, como esa Sudamericana que ganaron, con jugadores que nos gustaban a todos, un juego muy vistoso. A mí me llamaba mucho la atención ir a la U también por los jugadores que estaban, como Matías Rodríguez, después el regreso de Walter Montillo, que todos lo recordamos por ese golazo a Flamengo y lo que había hecho antes tanto en la U como afuera. También había compartido antes con algunos compañeros en selecciones, como Nico Guerra y Pablo Aránguiz. Entonces sí, era un paso importante en mi carrera, llegar a un club grande, y yo también esperaba tener un rendimiento mejor que el que había tenido en Coquimbo, que fue bueno. Pero justo después vino todo el tema del COVID, muchas cosas nuevas, raras.
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-Empezaron bien ese torneo, incluso a pesar de haber perdido la Copa Chile. ¿Cómo fue vivir ese primer tramo del campeonato y luego el quiebre con la pandemia?
Sí, fue todo muy extraño. Empezamos muy bien el torneo, sabiendo que teníamos que sumar porque veníamos con el tema del promedio. Había presión en cada partido, pero el equipo lo asumió bien, con varios jugadores de experiencia que nos ayudaban a manejar situaciones. Ganamos muchos partidos de visita y estábamos peleando arriba. Y ahí vino el COVID, que fue algo totalmente nuevo. Entrenábamos por Zoom… muy raro todo. No sabías si se iba a volver a jugar o no. Y cuando se volvió, era todo distinto. Jugar sin público en un club como la U se siente muchísimo. Se pierde ese empuje del hincha, ese jugador número doce que está en todas, ganes o pierdas. Fue duro.
-Además, después cambió el entrenador. ¿Cómo viviste todo ese proceso de tantos cambios en tan poco tiempo?
Fue difícil, como te decía. La U está acostumbrada a tener a su gente ahí, alentando siempre. Y de repente eso desapareció. En los entrenamientos no podías ni cambiarte en el camarín, llegabas vestido, sin poder conversar bien con los compañeros. No se podía compartir, salir a comer con los compañeros, cosas que ayudan a crear vínculos. Era entrenamiento y casa, y así todos los días. Y claro, en la cancha se nota cuando no hay relaciones fuertes. Si no compartes con tus compañeros, a mi juicio, cuesta más. Eso influye, totalmente. Compartir fuera de la cancha también es parte del fútbol.

La doctrina de Dudamel
-Partiste como titular, luego perdiste el lugar y tuviste un momento donde volviste bien al equipo...
Sí, fue con Wanderers. Me acuerdo perfecto. El técnico interino en ese momento era Marcelo Jara, que estuvo esos dos partidos, contra Calera y Wanderers, antes de que asumiera Dudamel. Con Jara sentí esa confianza que te puede dar un técnico, y eso en la cancha se nota. Porque claro, con Dudamel fue distinto. Él era complicado y su cuerpo técnico también. No tuvimos muy buena relación. Él se la jugaba más por la gente de experiencia, y está en su derecho. Pero creo que no tuvo buena llegada con los jugadores.
-No son pocos los jugadores que mencionan que no había buena relación con Dudamel. Incluso me acuerdo que Montillo quedó fuera de un día para otro, siendo figura. ¿Cómo fue para ti ese momento?
Era un técnico especial. Como te decía, gritaba mucho, uno escucha todo, más aún en esos partidos sin público. Todo lo que decía el técnico se escuchaba por la tele. Uno entiende que él es el entrenador, pero era muy complicado tener a alguien diciéndote qué hacer. No era fácil, porque sentías esa presión constante. No podías hacer tu fútbol tranquilo, disfrutar. Salías a la cancha con miedo de equivocarte, de no hacer exactamente lo que te pedían. Fue el técnico que más me gritó. Y si no fuera por mis compañeros, creo que me habría costado aún más. Ellos me apoyaron muchísimo, aunque no jugara o no fuera citado. Siempre traté de dar el máximo en los entrenamientos y ellos lo valoraron. Aprendí mucho de eso.
-¿Sientes que quedó esa deuda pendiente de mostrar otra versión en la U? ¿O incluso en otro club grande de Chile?
Sí, obvio. Esa espinita está ahí. Hoy, con lo que me ha tocado vivir después de la U —pasé por Palestino y ahora en Liga de Quito—, creo que soy un jugador completamente diferente. Si se diera la oportunidad, me gustaría redimirme, mostrar otro rendimiento. En otro club grande también, claro. Hoy estoy disfrutando mucho mi presente, lo que he logrado. Pero si me toca volver a Chile, a la U o a otro grande, volvería con más experiencia, más madurez. Y la U hoy está pasando por un gran momento, jugando bien, con jugadores de experiencia como Marcelo Díaz, Charles Aránguiz, Matías Zaldivia. Uno le toma cariño al club, y siempre quiere que le vaya bien.