La trayectoria bajo los palos de Claudio Bravo tiene un origen marcado a fuego por su formador en Colo Colo, Julio Rodríguez (68), el hombre que lo acogió en el club popular cuando apenas tenía 12 años y venía de Viluco con más sueños que certezas.
Durante años compartieron trabajo, confianza y afectos. La relación trascendió lo profesional: se volvió familiar, casi paternal. Pero todo lazo, por más fuerte que parezca, puede quebrarse.
En conversación con En Cancha Prime, Rodríguez nos abre la puerta a una historia inesperada: el relato de cómo esa conexión terminó abruptamente, sin aviso, dejando más preguntas que respuestas.
-¿Cómo fue su relación con Claudio Bravo en esos primeros años?
Siempre tuve una relación muy linda con él, hasta que me fui de Colo Colo. A Claudio hubo que enseñarle prácticamente todo en cuanto a fundamentos del arquero, y después, el estilo de juego moderno también era diferente a lo que se hacía antes. Tuvimos muchas sesiones juntos. Convivimos bastante tiempo.
-¿Recuerda el momento en que se dio cuenta que Claudio tenía algo especial?
Sí, totalmente. Un día lo invité a entrenar con los arqueros profesionales, Marcelo Ramírez y Claudio Arbiza. Él tenía 15 o 16 años. Yo hice una sesión más técnica, con velocidad y reacción, porque era previa a un partido. Y Claudio fue el que mejor respondió.
-¿Le ganó a los arqueros del primer equipo?
Así fue. Les enseñó cómo tomar la pelota, cómo tirarse, cómo salir a cortar un centro, cómo pegarle... realmente les dio una clase. Recuerdo que Marcelo y Arbiza me decían: “Oye, este cabro nos va a sacar la pega”. Era impresionante.
-¿Y qué dijo Claudio después de esa práctica?
Se me acercó y me dijo: ‘Profe, yo pensé que esto era mejor’. Para él también fue clave. Ahí se dio cuenta de que tenía condiciones para llegar lejos, y yo también lo confirmé.

-¿Bravo mostraba seguridad desde tan joven?
Sí, eso es lo notable. Cualquier chico de 16 años se pone nervioso entrenando con los profesionales. A muchos se les suelta la pelota, se tiran mal, pero Claudio no. Se plantó frente a los grandes y les dio una clase. Eso no se olvida.
La etapa fuera de Chile y comparación con el Cóndor
-¿Cómo vio su evolución ya en el extranjero?
Fue tremenda. Le hizo muy bien irse a España, primero a la Real Sociedad y después al Barcelona. Allá tuvo que aprender cosas nuevas, adaptarse al fútbol europeo. Y lo hizo. Fue creciendo en todos los sentidos.
-¿Cree que Claudio Bravo ha sido el mejor arquero de la historia del fútbol chileno?
Sí, sin ninguna duda. El más completo, el que más ha logrado. Dejó la vara altísima. Ganó Copas América, fue a Mundiales, jugó en equipos top. Incluso Pep Guardiola, para mí el mejor técnico del mundo, lo eligió. Eso dice mucho.
-¿Cómo lo compara con Roberto Rojas?
Roberto era tremendo también. Más ágil, quizás con mejores reflejos, hizo atajadas notables. Pero Claudio lo superó en logros y en evolución. En el fútbol moderno, se necesitaban otras cosas, como jugar con los pies, y en eso Claudio está muy por encima.
-¿Cómo fue su relación con Bravo en la etapa adulta?
Muy buena. De hecho, cuando él quiso cerrar una etapa en Colo Colo, vino a entrenar por mí. Lo hizo por mí, no por el club ni por él. Eso no lo olvido. Incluso renunció a la Selección por mí, dijo: ‘Si no va Julio Rodríguez, yo no voy’. Eso tiene un valor tremendo.
El distanciamiento entre Bravo y Rodríguez
-¿Siguieron en contacto cuando él estaba en Europa?
Sí. Me pedía videos de penales de los rivales en la Copa América: Colombia, Argentina, Ecuador. Hasta la segunda Copa América me pedía información. Siempre hubo respeto mutuo. Incluso, cuando a él le cierran las puertas del Monumental para trabajar, la idea era hacerlo conmigo. Pasó toda esa polémica y después Aníbal Mosa me dice si puedo convencer a Bravo de ir para cerrar esa etapa. Hablé con él y me dijo: ‘Julio, yo acepto esto solo por ti’. Lamentablemente, hoy estamos más distanciados, pero el cariño sigue intacto.

- ¿Por qué están distanciados?
Por las clínicas deportivas. Cuando él todavía estaba en el Barcelona, me dijo que quería hacer algo especial en su complejo. Yo tomé esa inquietud y la organicé con todo lo que había aprendido afuera. Hicimos una clínica para 80 arqueros, algo que nunca se había hecho en Chile.
-¿Qué tan compleja fue esa organización?
Muchísimo. Requiere tiempo, conocimientos, saber qué método aplicar, cómo dividir los grupos… no es llegar y hacerla. Pero como Claudio tenía nombre, abrimos inscripciones para 80 y se anotaron 120. Así que al final hicimos dos clínicas, para 160 arqueros.
-¿Y qué buscaban con estas clínicas?
Motivar, especialmente, a los niños. En Chile no tenemos una cultura fuerte de formar arqueros, como sí la tienen los argentinos, por ejemplo. Entonces, había que hacer algo distinto. Claudio estaba en lo correcto con esa visión.
-¿Usted estuvo involucrado en todas?
En las primeras, sí. Hicimos varias: en su complejo, en Iquique… pero después me fui a Estados Unidos. Y ahí es cuando deja de llamarme. Si él hubiese querido hacer más conmigo, bastaba con levantar el teléfono. Pero no lo hizo.
“Yo confiaba en él y él en mí”
-¿Siente que eso marcó un quiebre?
Sí. Porque él siguió haciendo clínicas con el mismo método, la misma organización, pero ya sin mí. Y eso duele. Todo eso que hoy se hace, salió de mí. No es por ego, es un hecho. Es mi idea, mis programas, mi experiencia en Europa. Yo lo adapté a Chile porque él me lo pidió.
-¿Le pidió permiso para seguir usándolo?
Nunca. No me pidió autorización para seguir usando mi trabajo, ni me incluyó, ni me llamó. Y eso fue duro. Porque uno espera al menos un: ‘Oye, ¿puedo ocupar esto? ¿Quieres sumarte?’. Pero no pasó.
-¿Se sintió traicionado?
Es una palabra muy dura. No sé si traición, pero sí fue una falta de respeto. Porque está lucrando con algo que armamos juntos, basado en mis conocimientos. Y nunca se me reconoció ni se me pidió permiso.
-¿Pensó en tomar acciones legales?
Lo he conversado con abogados. Me dicen que tengo todo para hacer una demanda. Pero me da pena. Sería justo, pero me cuesta mucho llegar a eso. Me duele más por el vínculo que teníamos. Lo conocí a los 12 años, caminamos juntos en lo deportivo. Éramos familia.
-¿Intentó hablar con él?
Sí, pero no contesta. No quiere hablar conmigo. Y yo no entiendo por qué. Nunca me dijo qué pasó, nunca se despidió, nunca me dio una razón. Simplemente dejó de llamarme.
-¿Cree que alguien influyó?
Puede ser. Que alguien le haya dicho algo que no era verdad. Porque si hay algo que siempre le pedí fue que hablara conmigo directamente, que no mandara recados. Siempre fuimos frontales, directos.
-¿Y qué le queda de todo esto?
Dolor. Porque creo que no me merezco esto. Di todo por él. Y no solo trabajábamos juntos, yo confiaba en él y él en mí. Incluso me llevó a Barcelona para celebrar el título con su familia. Pero ahora siento que lo que hicimos juntos, lo tomó como suyo, sin mirar atrás.
-¿A pesar de todo, sigue teniendo aprecio por él?
Sí. Pueden decirme mil cosas malas de Claudio, y no las voy a creer. Porque yo lo conozco. Por eso esto duele más. Porque no fue cualquier persona. Fue alguien que consideraba parte de mi familia.