En lo que va corrido de la década, Colo Colo promovió a su primer equipo a seis delanteros promisorios. Iván Morales, Joan Cruz, Alexander Oroz, Luciano Arriagada, Damián Pizarro y Jordhy Thompson. Tuvieron oportunidades generosas y respaldo técnico en la esperanza que resolvieran la carencia de gol, evitaran la llegada de nuevas y caras incorporaciones foráneas y ayudaran a las arcas de la institución con jugosas transferencias.
Esas promesas no se cumplieron. Tras salvar la categoría el 17 de febrero del 2021, sólo dos de los jugadores de la formación titular frente a Universidad de Concepción celebraron el título del 2024: Bryan Cortés y Maximiliano Falcón. La poda y renovación del cuadro le abrió oportunidades a un grupo de jóvenes que pudo consolidarse, pero que desperdició olímpicamente la opción.
Esta semana, desde Rusia, se conoció el nuevo escándalo mediático de Jordhy Thompson, quien ya había sido acusado de violencia de género y homicidio frustrado, juzgado, detenido y condenado. Fue indultado para que pudiera enrolarse en el Oremburg de Rusia, pero en una decisión inexplicable, viajó junto a su pareja, denunciante y víctima, para reeditar otro capítulo de una trama inverosímil.
El cuadro de Thompson marcha último en la tabla de posiciones, con 8 puntos en 17 fechas, a 31 puntos del líder. Y el ex colocolino no ha podido ayudar debidamente a su escuadra debido a “problemas personales”. Camila Sepúlveda, su pareja (¿ex pareja?) retornó al país asegurando estar embarazada, acusando al futbolista de infidelidad y de contar con pruebas para demostrar que una mujer rusa también espera un hijo de Jordhy.
La divulgación de sus mensajes desató, nuevamente, un intercambio a través de redes sociales, dejando en claro la toxicidad de una relación que no se ha guardado ni un solo detalle. En su momento, la ministra de la Mujer, juristas y sicólogos intervinieron para opinar sobre un asunto de evidente connotación pública que implicaba también un juicio al mundo del fútbol.
Cada caso tiene su afán, pero lo de Rusia es un antecedente. Allí donde hay rápida adaptación sentimental, no la hay en lo futbolístico, y deja en claro que le generación joven de futbolistas chilenos -en su inmensa mayoría- carece de madurez, ambición y cultura. Es verdad que la generación dorada de la selección fue pródiga en escándalos, indisciplinas y transitó muchas veces por el borde de lo razonable en materias profesionales, pero compensaban con un notable rendimiento en cancha, lo que no los eximió del juicio público en Chile y el extranjero.
Los llamados a sucederlos han provocado ríos de tinta de farándula, policial y judicial, o bien se quedaron en un registro muy tibio y tímido cuando llegó la oportunidad soñada. Ahora que Colo Colo acaba de marcar supremacía en los torneos de menores, ganando también con su cuadro de Proyección, bien vendría una revisión de los procesos formativos. Educar, orientar y culturizar también puede ser parte del evangelio futbolístico, para que, de una vez por todas, tengamos esperanzas concretas en hombres de 20 años.