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El último premio para la Generación Dorada

Una carrera exprés para alumnos aventajados y con experiencia comprobada: la concesión del Inaf a futbolistas con menos tiempo que el resto para aprender.

Generación dorada se titula Generación dorada y medallistas olímpicos con el título en sus manos. Sonrientes, dichosos, satisfechos.

Los requisitos eran simples. Haber ganado una Copa América u obtenido la medalla olímpica en Sydney. Y, claro, asistir a clases presenciales o de manera remota. Tras ocho meses de instrucción, los 18 alumnos inscritos obtendrían el cartón que los acredita como directores técnicos.

Cuando se anunció el programa de estudios, en marzo, los postulantes fueron Claudio Bravo, Arturo Vidal, Gary Medel, Alexis Sánchez, Jean Beausejour, Carlos Carmona, Humberto Suazo, Rafael Olarra, Johnny Herrera, Jorge Valdivia, Mark González, Rodrigo Millar, Matías Fernández, Gonzalo Jara, Esteban Paredes, Charles Aránguiz y Marcelo Díaz. Varios, como Bravo, Herrera y Valdivia, no se titularon, pese a que el ex arquero de la U cursó un semestre y dijo que bastaba “quedar en la lista” para aprobar. “Dirigir no es lo mío”, explicó.

Las autoridades del INAF se esmeraron en explicar que se trató de un curso especial para “futbolistas de alto rendimiento”, lo que explica la diferencia con el plan común del Instituto -que tiene el monopolio de la enseñanza del oficio para el medio nacional- y que exige cuatro años y asistencia diaria para obtener la Licencia.

“Quiero un primer equipo. Ojalá sea Colo Colo, que es el de mis amores, y después la Selección”, dijo Arturo Vidal, cartón en mano, devenido ya en técnico profesional, abriendo nuevamente el debate en torno a la formación de los entrenadores chilenos.

Durante décadas, los títulos se entregaron sólo a ex futbolistas que hacían un curso de verano, de no más de un mes, a cargo de experimentados técnicos. Requería presencia física y un examen final. Tras la creación del INAF, todo aquel que se inscribiera en el centro de estudios, pagara la matrícula y estudiara cuatro años podría dirigir profesionalmente, lo que puso en pie de guerra a los históricos entrenadores, que valoraban mucho más la experiencia que el estudio en la sala de clases, el rigor de la lectura, el aprendizaje de materias complementarias o la interacción con los pares.

“Van a ser unos marcianos”, sentenció Arturo Salah sobre quienes se sentarían en la banca sin la experiencia de haber pasado por un camarín profesional. El INAF sobrevivió, pese al boicot inicial de los profesores, y adaptó su malla curricular a las necesidades de los futbolistas con cursos vespertinos y planes especiales.

El que acogió a la Generación Dorada no generó polémicas. La fundamental es que el grupo de elegidos tuvo el privilegio de estar en los mejores camarines del mundo. Arturo Vidal tuvo a Pep Guardiola, Carlo Ancelotti y Antonio Conte como técnicos. Alexis Sánchez recibió instrucciones de José Mourinho, Arsene Wenger y Diego Simeone. Todos ellos estuvieron bajo la batuta de Sulantay, Acosta, Bielsa, Borghi y Sampaoli, la mejor generación de técnicos que ha tenido la Selección Chilena. Ni hablar de los compañeros con los que alimentaron, internacionalmente, sus carreras.

¿Sirve ese barniz para soslayar una formación más formal y teórica? Nadie podría saberlo, porque el oficio adquirido desde la experiencia depende, en gran medida, de las capacidades innatas de quien lo ejerza, a diferencia de la educación, que entregará herramientas para comprender el ejercicio de manera más amplia, universal e íntegra.

La diferencia entre los chilenos y los extranjeros que se sientan en nuestras bancas está dada, muchas veces, por técnicas que se pueden adquirir, complementar, incrementar. Y el desolador panorama de los últimos años es lapidario: no contamos con una generación de entrenadores capaces de marcar diferencias en el medio local ni más allá de nuestras fronteras.

Manuel Pellegrini no fue un jugador brillante, ni estuvo en equipos campeones, ni compartió camarines con los más grandes. Pero se educó, para la vida y para el fútbol. Y se convirtió en el mejor ejemplo de lo que puede fabricar la enseñanza. Ojalá nuestra más brillante generación de futbolistas se convenza de que el cartón que sostenían en sus manos -o que les mostraron vía zoom a la distancia- es apenas el comienzo del camino. Y que, seguro, no están listos, como varios creen, para pasar directamente a un equipo grande. Por más que quisiéramos.

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Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2001, comentarista de TNT Sports Chile y Chilevisión. Conductor en ADN Radio.