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Jorge Almirón, el domador del fuego

El técnico argentino tiene un manejo desdramatizador de situaciones que se ajusta a un club en permanente tensión como es Colo Colo.

Jorge Almirón El entrenador albo ha sabido navegar con seguridad en aguas tormentosas y en mares calmos.

Cuando era entrenador de Boca Juniors durante su exitoso ciclo, Carlos Bianchi dijo que la armonía en un club grande y vertiginoso como el xeneize era sumar puntos adicionales en la tabla. Esa capacidad de gobernar es fundamental para que un liderazgo tenga éxito en un equipo popular. Esa capacidad es la que tiene Colo Colo con Jorge Almirón.

El técnico argentino arribó a Chile en enero de 2024 y los números son indiscutibles: campeón del Torneo Nacional en una dramática definición con la U, clasificación a cuartos de final de Copa Libertadores, después de seis años, y un sorprendente 66% de rendimiento con apenas nueve derrotas en 52 partidos. Pero la clave de su éxito en el Cacique se explica mucho más allá de lo que pasa en la cancha.

Sin menospreciar su capacidad táctica, la mayor de las virtudes de Almirón está en su dominio del fuego. Colo Colo funciona a nivel mediático como una especie de “mini país”. Con política, boicots, filtraciones y el constante estado de crisis. Por momentos, se hace casi imposible de gestionar. Cuenta Claudio Borghi -uno de los técnicos más laureados de la historia alba- que en su exitoso paso por el club empezó a perder el cabello. Es que además de los títulos y los triunfos, viene la presión y la ausencia total de intimidad.

Es una de las claves que poseen esta clase de técnicos. El fuego no les llega. El argentino cuenta con la virtud de desdramatizar todo el tiempo cada uno de los errores no forzados del club, e incluso los propios.

Un ejemplo claro de supervivencia del técnico albo, es que arribó de la mano del Bloque Vial, en una votación en la que Aníbal Mosa estaba en contra y luchaba por la permanencia de Gustavo Quinteros. Hoy, el empresario sureño es su principal aliado. Logró atravesar piloteando con éxito en apenas un año, de un extremo al otro.

El mexicano Marco Garcés, ex director ejecutivo del Grupo Pachuca, aseguraba en una entrevista que los mejores entrenadores “eran los que tenían buen manejo con los dirigentes, el plantel y la prensa”. Sin esa capacidad, la supervivencia en Colo Colo es insostenible.

La cúpula de Blanco y Negro vive en una constante tensión política. Hoy, la máxima autoridad (Aníbal Mosa) es un presidente omnipresente, con bondadosas intenciones deportivas, pero con poca prolijidad en sus movimientos que amenazan el gobierno corporativo del club. El camarín se mueve entre figuras de tonelaje. El reciente conflicto con la rebeldía de Maximiliano Falcón demuestra el incesante estado de ebullición con el que se debe administrar Colo Colo.

Claro, no todo es miel sobre hojuelas. Es muy posible que quienes contienen todas sus emociones, tarde o temprano exploten. Le pasó a Jorge Almirón. Primero con un burdo apretón de manos al árbitro José Cabero y después con toda la polémica, totalmente evitable, que se generó en su visita al CAP de Talcahuano. Errores poco comunes en la carrera del trasandino.

Es que moverse en el nerviosismo no es fácil. Dominar la presión y la tensión constantes, a veces tiene límites. De hecho, esa paciencia no es eterna y sólo el tiempo nos dirá hasta dónde Jorge Almirón podrá resistir, pero por lo pronto, hasta da la sensación que disfruta. Lo que está claro es que necesitará ayuda. No más torpedeo propio ni ajeno. Sobre todo, ajeno. Las acciones propias son controlables y calculables; las otras, no.

Los verdaderos entrenadores se ven en la tempestad. Y en uno de los años más emblemáticos de su historia, con el centenario y muchos desafíos por delante, Jorge Almirón ha demostrado ser el técnico idóneo para domar el fuego de Colo Colo.

section logoSobre el autor

Comentarista y Conductor en TNT Sports, Televisión Nacional de Chile y Balong.