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Las huelgas que iluminan

Con amenazas de paro, el Sindicato de Futbolistas ha logrado enmendar medidas torpes, apresuradas, inoportunas y a veces ilegales que adoptó un Consejo de Presidentes cada vez más a la deriva.

Paro de futbolistas: destino incierto. (ANDRES PINA/PHOTOSPORT/ANDRES PINA/PHOTOSPORT)

Fueron, históricamente, los futbolistas los que movieron los cambios estructurales del fútbol chileno. Desde que David Arellano junto a un grupo de profesores que jugaban en Magallanes se rebelaron contra el profesionalismo marrón del fútbol local y decidieron fundar Colo Colo.

Alzamientos contra los dirigentes o reglamentos injustos hubo muchos, hasta que a comienzos de los ’60, en la antesala del Mundial y del ordenamiento interno de la Federación, Mario Moreno, Hugo Lepe y Caupolicán Peña fundaron el Sindicato de Futbolistas Profesionales. Lo hicieron para luchar contra la Bolsa de Jugadores, un sistema arcaico, esclavista e inamovible que impedía que los futbolistas cambiaran de club.

Lograron la denominada “libertad de acción”, pero, por sobre todo, el convencimiento de que en unidad podían cambiar las cosas. El Golpe Militar terminó con el arquitecto Hugo Lepe, mundialista y campeón con Colo Colo, en las graderías del Estadio Nacional como preso político. El Sindicato -como todos los otros- fue disuelto y volvió a funcionar cuando Ignacio Prieto, llegado desde Francia, se puso al frente terminados los ’70.

Hubo muchas huelgas desde entonces, con el Sifup arrastrando carencias económicas y problemas de liderazgo. Debió negociar, básicamente, por la dignidad de profesionales que muchas veces cobraban sueldos cada 90 días. Con las innovaciones al sistema, vino la estabilidad en las tesorerías y las leyes sociales, pero comenzó el caos organizativo en la ANFP, que se pobló de rapaces e improvisadores.

A la huelga de 1997 se sucedieron una decena de movimientos de advertencia y acción en el siglo XX. Cuando bajo el mandato de la directiva de Harold Mayne Nicholls se resolvió hacer los Consejos a puertas cerradas -argumentando que el fútbol era una “actividad privada”- hubo rienda suelta, con la permisividad de las autoridades políticas. Y fue el Sindicato el único que pudo ejercer presión para que las cosas se enrielaran mínimamente.

Pero en los últimos años el juego se ha tornado monótono. Y absurdamente cerrado. Jamás una mesa de negociación, jamás un protocolo de acuerdos. La Asamblea toma una medida, el Sifup convoca a huelga, la medida se revoca o se modifica. La suspensión del campeonato por el estallido y la informalidad que entregó la pandemia fueron dos capítulos donde el Sindicato pestañeó y se sumó a los despropósitos directivos, sin medir consecuencias.

Hoy, con una nueva huelga anunciada, el Consejo dio otra vez pie atrás en los reglamentos de la Segunda División. A medias, con borrones sobre lo escrito y con explicaciones chapuceras y ridículas. Pero el Sifup no levantó la medida, pretendiendo cambios más radicales en el laberinto infame en que se ha convertido el fútbol chileno.

Sin el liderazgo de Colo Colo, las universidades y los clubes de colonia (que supieron hacer cambios estructurales a finales de los ’80), el Consejo se ha convertido en un circo oculto donde cada convocatoria puede entregar una nueva y desagradable sorpresa. La amenaza del TAS es frecuente y lo que se escribe con las patas, luego se borra con el taco.

Por eso, más que lamentar que una nueva temporada se inicie otra vez con la amenaza de una huelga en ciernes, sólo queda la esperanza de que la razón vuelva a Quilín, y que el puñado de accionistas que toman las decisiones lo haga, por alguna vez, con la sensatez requerida. Aunque sea a la fuerza.

section logoSobre el autor

Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2001, comentarista de TNT Sports Chile y Chilevisión. Conductor en ADN Radio.