Cuando en la noche del jueves el Consejo de Presidentes aprobaba el borrador del acuerdo emanado de las conversaciones entre el Sindicato de Futbolistas Profesionales (Sifup), la Dirección del Trabajo y un grupo de delegados de la ANFP encabezados por Aníbal Mosa, todos supimos que algo radical había pasado.
Por lo pronto, la absoluta pérdida de autoridad y mando de Pablo Milad, insigne ausente de todo el proceso, por hallarse en Iquique dando el puntapié inicial al Sudamericano de Fútbol Playa. En la crisis más significativa de su mandato, el timonel optó otra vez por ejecutar la política del avestruz, hipotecando el menguado crédito que le queda en el liderazgo de la actividad. Ni para figura decorativa le va quedando.
Emergió del caos la figura de Mosa, empático y activo, pasando por encima de nombres más cercanos al curicano, como Juan Tagle, quien en medio del conflicto salió al ruedo en varias entrevistas denunciando “chaqueteo” y malas intenciones, en un acto de ingenuidad indigno del momento. Ni hablar de Michael Clark, que difícilmente se sostiene sobre el potro de Azul Azul y no saldría de su escondite para levantar la bandera de la ANFP.
Fue tan fuerte la arremetida del timonel de Colo Colo que, gracias a sus habilidades comunicacionales, opacó al vicepresidente de la ANFP, Jorge Yunge, hizo olvidar el escándalo de las licencias de conducir falsas y tendió un manto sobre los conflictos que tuvo con el Sifup durante la pandemia. En suma, desplegó su jugada maestra del verano.
La segunda constatación es que el Sindicato se “validó como interlocutor válido”, pese a las pomposas e inútiles declaraciones públicas emitidas desde Quilín. Refrendando sus posturas, ahora falta saber si tendrá la fuerza suficiente para concretarlas, en conocimiento que la Asamblea que votó para iniciar la Copa Chile, no simpatiza ni con el organismo, ni con sus ideas.
Hubo acuerdo, pero está lejos de alcanzarse la paz. Gamadiel García y su equipo quedaron ungidos como los únicos diques que pueden hacer frente a la máquina de despropósitos en que se ha convertido el Consejo de Presidentes.
Finalmente, hubo otro ganador absoluto e impensado: la Dirección del Trabajo. El gobierno de Gabriel Boric ha sido incapaz de cumplir uno de los objetivos centrales planteados tras asumir, como fue erradicar la violencia en los estadios. Ausente el ministro Jaime Pizarro en esta crisis, y ratificada la infinita intrascendencia del Plan Estadio Seguro, el único sello visible de La Moneda en el período ha sido la errática y absurda política implementada por las Delegaciones Presidenciales para coordinar a la fuerza policial y las autoridades del fútbol, aumentando la sensación de incapacidad ante un fenómeno antiguo, previsible y repetido.
Que la solución saliera desde el Salón Manuel Bustos de la Dirección del Trabajo, y que la foto final fuera entre Gamadiel García, Aníbal Mosa y Pablo Zenteno, abogado comunista, hincha de la U y dueño de casa, no es menor. El organismo cuenta con un equipo de mediación especializado, que logró reducir las tensiones en un plazo breve, amparado en la experiencia acumulada en múltiples gestiones realizadas para mejorar las condiciones laborales de los jugadores y jugadoras en los clubes. La amenaza de que el conflicto escalara sumando a los árbitros y preparadores físicos, aceleró la búsqueda de soluciones. En un escenario impensado y con vencedores muy nítidos.