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Universidad Católica está en otra

El valor del nuevo estadio de la UC no renta en la discusión corta, ruidosa y majadera sobre quién da más vueltas olímpicas o quién apila más copas en las estanterías. Ese es un debate que de verdad debería importar muy poco.

Un propósito superior El hincha quizás no lo valore al inicio de este torneo. Pero en unos años más, entenderá que el sacrificio fue provechoso. (JAVIER SALVO/PHOTOSPORT/JAVIER SALVO/PHOTOSPORT)

Sí. Es comprensible que estos años de sequía tengan a la hinchada descontenta, impaciente y con la epidermis sensible. Que a horas del debut en el Torneo Nacional estén dudosos y preocupados con el funcionamiento del equipo. Digitando el código mental del seguidor con la camiseta puesta, también se entiende que para el fanático no existan los impedimentos ni las justificaciones para ir a disputarle punto a punto el título a Colo Colo y a Universidad de Chile, los favoritos. Aquel barrista del tablón, y otros varios que las ofician de comunicadores, creen que Universidad Católica debe por obligación pelear este campeonato, de igual a igual. Por algo es el tercer grande.

Pero a Católica no se le puede medir este año -ni quizás el que pasó- con la misma vara que se emplea para alturar a Colo Colo y la U. No es justo, aunque le disguste al cruzado apasionado que no ve más allá de cada fin de semana -o del día que al despelotado programador de la ANFP se le ocurra que juegue la UC-. Las expectativas de los seguidores de estos clubes pueden ser las mismas; sin embargo, los propósitos son distintos, los recursos son disímiles y las misiones, afortunadamente, también.

¿Cuánto daría Universidad de Chile por estar a unos meses de inaugurar un estadio propio? ¿No desviaría Azul Azul importantes recursos destinados a fortalecer el primer equipo, para construir un recinto donde pueda albergar a su gente? ¿Qué concesión haría la U por dejar de pedir prestado al Estado y pagar un ojo de la cara por arrendar el coliseo de Ñuñoa, si es que pudiera levantar un estadio? ¿No renunciaría la hinchada azul a disputar uno, dos o tres años un título a cambio de tener un lugar donde ser auténtico dueño de casa? ¿Colo Colo no estaría dispuesto a postergar su lucha por otra estrella para edificar un estadio moderno, seguro y acorde con el club más popular de Chile? ¿O acaso el nuevo Monumental que está pensando Aníbal Mosa no impactará en la tesorería del club y su costo no será esgrimido después como un motivo de un estancamiento del plantel?

La inconsistencia que tuvo Católica entre la dura realidad y el evasivo relato confundió este último par de años a ese hincha cruzado que cree que la grandeza radica en cuántas estrellas tiene la insignia. En lugar de que atendiera el valor simbólico -la nueva estructura del estadio-, se le siguió mostrando el capital material -un plantel de jugadores. El pecado original de suponer -si es que así fue- y comunicar que el esfuerzo por levantar el Claro Arena no afectaría el normal desarrollo del fútbol, hoy es un peso acumulado que debe cargar, con una gran dosis de injusticia, el elenco de Tiago Nunes.

Es innegable que en el análisis global no se puede soslayar el contexto. Una industria local gestionada por un directorio errático y una asamblea de socios con criterios dispares, varios clubes administrados como cajas pagadoras, competiciones mal estructuradas y caóticamente programadas y un ecosistema político hostil y desconfiado. En ese escenario, a un club serio debe costarle mantener una conducción coherente. Es más fácil caer en la mediocridad del medio, lo que también le ha sucedido a Católica, aunque se arguya que ha sido imposible nadar contra la corriente por mucho tiempo.

Tampoco se trata de justificar que las condiciones del entorno hayan determinado la comisión de errores. La composición de los planteles y la elección de los entrenadores son reprochables en consideración a los resultados. Los responsables directos del fútbol de la UC -entiéndase su presidente Juan Tagle y su gerente deportivo José María Buljubasich- no acertaron en las últimas tres temporadas con el recambio y la renovación de los talentos. Después se podrá discutir que fue por evaluaciones fallidas, escasez de recursos, ineludibles alianzas con algunos representantes o mala suerte. Como fuera, el balance es que el puntaje del equipo fue castigado al cierre de los torneos 2022-23-24 y la UC ha desaparecido de su hábitat tradicional: los certámenes internacionales.

Con todo, estos dolorosos desvíos de proyecto que ha sufrido Católica, incluida la improbable campaña feliz que pueda tener esta temporada, tienen una compensación duradera y diferenciadora a los pies de la precordillera. Que tal vez no rente en la discusión corta, ruidosa y majadera con los otros dos sobre quién da más vueltas olímpicas o quién apila más copas en las estanterías. Pero que sí vale, y demasiado, en la orgullosa construcción de una historia grande y en la enorme contribución al deporte que no hace distingo de camisetas.

section logoSobre el autor

Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2015. Fue Director de Don Balón y El Gráfico Chile, Editor de Deportes de El Mercurio, Editor General Prensa TVN y Subdirector de Prensa de Mega.