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Kaiser en el Colo, Kaiser en el Gobierno

No conforme con una subsecretaría, el Presidente Boric lo nombró ministro del Deporte. Realizando declaraciones tibias y a veces planas, pero siendo parte de una excelente organización de los Juegos Panamericanos, Pizarro es, hoy por hoy, el ministro mejor evaluado del gabinete.

Jaime Pizarro Ex futbolista de Colo Colo, padre de Vicente Pizarro, actual ministro del Deporte y el mejor evaluado del gabinete de Gabriel Boric.

Cada vez que pienso en el jugador más correcto de nuestra historia, se me vienen dos nombres a la cabeza: Elías Figueroa y Jaime Pizarro. Mientras Figueroa fue elegido el Mejor Futbolista de América en 1974, 1975, y 1976, Pizarro es reconocido como el gran capitán del Colo Colo 1991, ese que en sus vitrinas ostenta la única Copa Libertadores de un club chileno.

Cómo olvidar el penal decisivo que pateó en la final de la Recopa contra Cruzeiro, en la madrugada del 19 de abril de 1992 en un partido jugado en Kobe, Japón. A pesar de que Arturo Salah lo hacía jugar de “6”, Pizarro nunca se caracterizó por dar patadas o ‘trancar con la cabeza’. La denominada ‘pierna fuerte’, la aplicaba para los tiros libres -siempre rectos y con poca comba- y en los lanzamientos desde los doce pasos, aprovechando una potencia física poco usual en la época.

Mirko Jozic, con su revolución táctica, ubicó a Pizarro más en la salida del equipo que en la zona de contención. Probablemente ahí, el Kaiser entendió que lo suyo no era sólo defender y patear al arco, sino que también liderar al equipo y ordenar a sus compañeros. Esto lo llevó, muchas veces, a actuar como vocero del plantel, utilizando un vocabulario por sobre el promedio, aunque siempre con mesura, delicadeza, y sin entrar en polémica. Por eso siempre pensé, y lo sigo pensando, que Pizarro era un líder a imitar. Pero algo le faltaba. En el barrio pocos se identificaban con Pizarro. La mayoría lo hacía con el carismático Pato Yáñez, con la novedad que representaba Gabriel Mendoza, o con el amor profundo que Marcelo Barticciotto le profesaba a Colo Colo. Los goleadores, siempre quisimos ser como Rubén Martínez. ¿Pero Pizarro? Excelente jugador, pero nada más.

Sin meter mucho ruido, sin discutir con los dirigentes, sin pelearse con sus compañeros, sin atacar a los árbitros, Pizarro dejó el fútbol en silencio. Dirigió a ese Colo Colo que salió campeón en la quiebra, y luego, de un momento a otro, entró a la política. Su perfil “acuerdista” y escasamente conflictivo, fue atractivo para los políticos profesionales. En una de esas, podían pensar que colocando a Pizarro en una subsecretaría de deportes, mataban dos pájaros de un tiro. Primero, instalaban a un ex futbolista en cargos de poder. Segundo, aprovechaban su inexperiencia para hacer y deshacer en esa subsecretaría.

Pero Pizarro salió más hábil que los políticos que lo llevaron a las alturas. No conforme con una subscretaría, el Presidente Boric lo nombró ministro del Deporte. Realizando declaraciones tibias y a veces planas, pero siendo parte de una excelente organización de los Juegos Panamericanos, Pizarro es, hoy por hoy, el ministro mejor evaluado del gabinete. A tanto ha llegado su popularidad que el senador PS Fidel Espinoza lo ha sugerido como carta presidencial.

¿Por qué Pizarro es tan popular? Primero, porque el ministerio del Deporte, al estar alejado de la política contingente, genera cierta cercanía con la población. ¿O alguien ha visto a algún ministro del Deporte metido en la trifulca diaria que nos ofrecen los partidos políticos?

Segundo, porque Pizarro es conocido sin hablar mucho. No es que el ministerio lo haga más popular. Más bien, es Pizarro quien entrega más visibilidad al ministerio. Tercero, porque Pizarro es monedita de oro. ¿Alguien se atreve a encararlo o a criticar directamente su gestión? No. Hacer eso implica pegarle a una figura reconocida y querida por los chilenos.

Cuarto, porque Pizarro es de Colo Colo, el equipo, por lejos, con más aficionados en Chile. Quinto, porque nadie ve en Pizarro un político de carrera. Es decir, no es percibido como un ser ambicioso y ávido de poder, aunque, hay que decirlo, nadie llega a ser subsecretario o ministro sólo por ser buena persona. Sexto, porque Pizarro se ganó el respeto en cancha. Su valoración no tiene que ver con su desempeño en el ministerio, sino que con la forma en que defendió los colores del “popular”.

Séptimo, porque Pizarro fue campeón de América. Eso lo eleva a la categoría de ídolo automáticamente. ¿Algún político de los nuestros ha tenido un logro análogo al de Pizarro? Mejor, no respondamos esa pregunta. Octavo, porque Pizarro es “Pizarro”. No es Mayne-Nicholls ni Milad. Tiene un apellido fácilmente reconocible. Noveno, porque para todo colocolino es maravilloso que el apellido Pizarro siga en cancha, más aún si es con su hijo. Décimo, porque en la feria, en el supermercado, en la plaza, en el barrio, es más probable encontrarse con una persona parecida a Pizarro que con rostros similares a los dirigentes deportivos.

Pizarro, por tanto, fue un Kaiser en Colo Colo y, si quisiera, podría ser un Kaiser en la política. De él depende.

section logoSobre el autor

Profesor Titular UTALCA. Doctor y Magíster en Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Periodista de la Universidad Nacional Andrés Bello. Analista político en radio y televisión.