Es un nombre poco común y con apellido compuesto: Harold Mayne-Nicholls. Más se asimila a una marca de jeans, un perfume exclusivo, o un lugar de comida exótica, que a un destacado dirigente deportivo. Claramente, abeceuno por apellido y por pinta. ¿O a alguien se le ocurriría que ese nombre proviene de un linaje oculto procedente de una comuna popular del gran Santiago?
Si bien nació en Antofagasta, realizó parte de sus estudios secundarios en el Saint George, cuna de la realeza chilensis, para luego estudiar periodismo. Adivine dónde. Sí. En la Pontificia Universidad Católica de Chile. Harold, por tanto, ha seguido el derrotero clásico de nuestra pequeña elite, salvo que optó por el periodismo y no por el Derecho o alguna clase de ingeniería.
Pero conoce a los suyos y por eso no le ha costado casi nada expresar sus intenciones de ser el próximo Presidente de Chile. No obstante, la elite de la que proviene ya tiene candidatos y Harold tendrá que batírselas solo. Esto implica recolectar poco más de 35.200 firmas, desafío que, al momento de escribir esta columna, enfrentan más de un centenar de personas. Sí. Leyó bien. Más de un centenar de personas están recolectando firmas para quedar oficialmente inscritos para las elecciones presidenciales del 16 de noviembre de este año.
¿Qué cualidades tiene el expresidente de la ANFP, quien casi toda su vida pública ha estado ligada al deporte, para aspirar a la máxima magistratura? Primero, cuenta con cierta trayectoria. No sin polémicas, se transformó en un reconocido dirigente deportivo que hizo mancuerna con Marcelo Bielsa, un verdadero fetiche de la prensa nacional. Segundo, tuvo un paso por Colo Colo, el equipo más popular de Chile. Tercero, es independiente, lo que por estos días se ha transformado en un gran atributo considerando que menos del 5% confía en los partidos políticos y que sólo hay 474.646 afiliados, algo así como el 3.1% del padrón. Por lo demás, hay 22 partidos constituidos y dos en formación. ¿Para qué hacerse parte de alguno de ellos? Cuarto, es conocido por la ciudadanía, tanto así que en la encuesta CADEM del domingo 23 de marzo marcó 3 puntos, triplicando a Ximena Rincón, Eduardo Artés, y Alberto Undurraga, personas que llevan rato en la política. Quinto, tiene capacidad para seguir creciendo, toda vez que no ha conseguido las firmas suficientes para inscribirse como candidato, pero ya marca en las encuestas.
Sin embargo, Harold tiene varias debilidades que se desprenden de la siguiente pregunta: ¿Con quién va a gobernar? Ojalá su respuesta no sea la construcción de un gobierno de “unidad nacional”. Eso no existe. La única excepción fueron algunos países europeos que optaron por esta modalidad en la posguerra, pero nada más. América Latina es un ejemplo claro de gobiernos inestables que deben, a duras penas, construir mayorías para sacar adelante parte su agenda. Casi ninguno lo consigue siquiera parcialmente. De hecho, cerca de una veintena de presidentes latinoamericanos no han podido concluir su mandato en los últimos 30 años.
En consecuencia, Mayne-Nicholls debe olvidarse de ese tic que tienen los candidatos independientes que, inocentemente, creen que pueden gobernar sobre la base de la buena voluntad de los partidos políticos que predominan en el Congreso. No es lo mismo haber dirigido la ANFP que un país. En la ANFP, Mayne-Nicholls acertó con Bielsa, que para un Presidente, es como dar con un buen ministro del Interior.
El problema es que el gabinete está compuesto por otros 24 ministros, incluyendo el reciente estreno del ministro de Seguridad Pública. ¿De dónde los va a sacar? Necesariamente, deberá recurrir a los partidos. Aunque suene como una herejía, no existe democracia sin partidos políticos, y los independientes que han gobernado en distintos países de América Latina, suelen terminar -si es que lo logran- con crisis aún más dramáticas comparadas con las existentes al momento de su asunción.
Por todo lo anterior, parece más razonable que Mayne-Nicholls postergue sus aspiraciones presidenciales para 2029. No digo que se ausente de la competencia para estas elecciones presidenciales -que pueden servir como un apronte- sino que se preocupe de construir una plataforma política que dé garantías de gobernabilidad. De lo contrario, será muy difícil convencer a los chilenos que den un salto al vacío. No siempre estarán los brazos de Bielsa para recibirnos.