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La contaminación cruzada

El portentoso esfuerzo directivo de levantar un estadio, ha dejado a la UC esta temporada casi sin espalda financiera para gestionar vicisitudes deportivas como la que vive y la compele a estirar la cuerda hasta un límite peligroso, a un estado de ánimo que puede desintegrar la comunión entre el valor institucional del nuevo recinto y el orgullo del hincha cruzado por su casa propia.

Fernando Zampedri El jugador fue el único que reflexionó tras el nuevo fracaso de Universidad Católica. Autocrítica y franqueza. (JAVIER TORRES/PHOTOSPORT/JAVIER TORRES/PHOTOSPORT)

La indignación por la magra campaña de Tiago Nunes en Universidad Católica está alcanzando ciertos niveles destructivos, propios de un divorcio irreconciliable. No porque entre los aficionados de la UC que razonan el sentimiento de frustración acumulada se haya convertido en una sensación de resignación, más bien porque no están encontrando de parte de los máximos responsables las respuestas aclaratorias -o saludables, para cualquier seguidor inteligente- al discretísimo rendimiento en cancha del equipo.

Ha tenido que ser Fernando Zampedri, otra vez, el que después de la impensada eliminación de Copa Chile ante San Luis, verbalizó lo que es de dominio público: Universidad Católica ha fracasado porque en gran parte de esta temporada no está jugando a un nivel futbolístico que le posibilite competir. “Falta eficacia”, “Quedar afuera de otra copa es durísimo para este club tan grande”, “Nos merecemos recibir las críticas”, “Hay que mejorar individualmente primero, después como grupo”, “A la hora de la jerarquía, demostrarla”, “A la hora de tener dos triunfos seguidos, lograrlo”. Lenguaje simple, claridad conceptual, franqueza, autocrítica.

Solo uno de entre todos los que se lamentan y culpan al empedrado, ha sido capaz de asumir con pulcra honestidad lo que deben estar pensando íntimamente quienes componen la orgánica del club. Y Zampedri no es un dirigente, que podría otorgarle una visión institucional al problema y emplear códigos más corporativos para comprender la crisis. Tampoco Zampedri es un miembro del equipo técnico, que debería aclarar planteamientos del juego para transparentar el mal funcionamiento personal y colectivo. Zampedri es un futbolista -uno con autoridad ciertamente-, pero no quien en esta circunstancia esté llamado a contextualizar y dar explicaciones.

A nadie en el mundo del fútbol le gusta reconocer los fracasos. En Chile somos particularmente evasivos para admitirlos, en todas las profesiones u oficios. Para los entrenadores, hacerlo es prácticamente una sentencia de salida, porque los deja frágiles ante los argumentos de los dirigentes, bajos de credibilidad hacia el plantel y desarmados frente a la presión de los hinchas. Pero otro asunto es impermeabilizar la responsabilidad directa del cargo con un compromiso ético que debe incorporar todo buen profesional respecto de sus obligaciones. “Imposible que yo deje el cargo (…) Es un tema de amor propio y respeto”, dijo Nunes minutos después de quedar fuera del segundo de los tres torneos en los que interviene la UC este año. El brasileño, culposo pero aún lúcido, debió apelar al voluntarismo para defender su continuidad, cuando también se le pedían aclaraciones de por qué la Católica se muestra tan desprovista de un plan de juego.

Tampoco las palabras Juan Tagle aportaron para satisfacer en algo la necesidad de empatía que exige el seguidor desencantado. En esa conducta que ya es una mala costumbre de la elite dirigencial -que abarca desde ministros de Estado a dirigentes deportivos-, de reportar las consecuencias de los actos en lugar de analizar el origen de las dificultades, el presidente de Cruzados declaró “estamos amargados, pero todos unidos”, “hay una cohesión absoluta entre los estamentos”, “iremos paso a paso, partido a partido”, “seguiremos trabajando”, “se hace necesario el uso del VAR”, “no nos cobran penales claros”... Si su intención era proporcionar una señal de estabilidad, no la dio; si quería distraer con el arbitraje, el recurso ya está muy trillado, por veraz que haya sido su reclamo. Que la derrota y eliminación ante un equipo de Primera B se tomaran como un hecho de la causa, de seguro no convenció a una hinchada cada vez más crítica de la gestión.

Universidad Católica enfrenta hoy un problema de contaminación cruzada. El portentoso esfuerzo directivo que ha significado levantar un estadio, la ha dejado sin espalda financiera para gestionar vicisitudes deportivas como la que vive y la compele a estirar la cuerda hasta un límite peligroso; a un estado de ánimo que puede desintegrar la comunión entre el valor institucional del nuevo recinto y el orgullo del hincha cruzado por su casa propia, y que incluso llegue a dañar el hito histórico de inaugurar una obra de gran magnitud.

Como nadie puede garantizar que las condiciones en el Campeonato Nacional se mantengan, habrá que estar preparado si la posición decae. La mejor manera de hacerlo, para no repetir de curso, es explicando abiertamente la naturaleza de las dificultades futbolísticas y que el alcance de éstas no tienen, probablemente, una reparación automática. El sector que sigue creyendo en el proyecto, pero que ha visto mermada su confianza, lo va a agradecer.

section logoSobre el autor

Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2015. Fue Director de Don Balón y El Gráfico Chile, Editor de Deportes de El Mercurio, Editor General Prensa TVN y Subdirector de Prensa de Mega.