El fútbol chileno, como estructura organizacional, tiene lo que se merece.
Y Colo Colo merece una sanción ejemplarizadora de la Conmebol por lo sucedido la noche del jueves. Pero no un castigo de jugar sin público ni una multa millonaria. Colo Colo debe quedar fuera de esta Copa Libertadores y quizás de unas cuantas más.
Si el club más poderoso de Chile no fue capaz de darle una mínima garantía de seguridad a su público, a quien le cobra -y no poco- por asistir a un espectáculo que organiza, no tiene ningún tipo de defensa que esgrimir ante un castigo, aunque trate de orientar el relato hacia lo que sucedió afuera del estadio, asunto que a sus directivos pareció importarles solo una vez que los delincuentes ingresaron a la cancha y obligaron a suspender el partido contra Fortaleza, varias horas después.
Endosarle oblicuamente la responsabilidad de los incidentes a la fuerza pública, de la que también conocemos su poca eficacia en el manejo de masas violentas, es materia del Ministerio Público. No de Colo Colo.
Por eso no hay que caer en la trampa del distractivo. Carabineros no es la entidad que organiza los partidos que juega Colo Colo en el Monumental. Y en esta ocasión, sus funcionarios debieron proceder ante desórdenes en los accesos al recinto, una zona de la que el club debe hacerse cargo.
Los lamentos del presidente Aníbal Mosa por las muertes de las dos personas en las inmediaciones del Monumental pueden sonar sinceros, pero son tardíos. Inútiles. En esta ocasión, es mejor hacerlos en privado. En público, guardar silencio demuestra mayor respeto por las dos víctimas y hasta evita malas interpretaciones.
Porque las advertencias de que la tragedia podría ocurrir en cualquier partido en el Monumental fueron múltiples y se vienen manifestando desde hace años. Los turbazos, reventones o avalanchas -llámeles como quiera- son hechos reiterados en el Monumental. Las bandas organizadas de delincuentes, barristas e hinchas violentos saben hace años dónde y cuándo dar el zarpazo en las puertas de Macul. Muchas veces están, incluso, anunciados y concertados.
No solo Colo Colo es el indolente. A la ANFP el tema de la seguridad le quedó grande hace décadas. Cada directiva marginó su toma de decisiones frente a la presión de los clubes que se verían afectados directamente, por la intimidación de los barra brava a los dirigentes, e indirectamente, por una eventual merma en las recaudaciones ante la disminución de los aforos.
El actual directorio nunca tuvo voluntad de diálogo con la autoridad de gobierno por un prejuicio ideológico y porque la seguridad en los estadios solo les imponía gastos a sus socios. El famoso Registro Nacional de Hinchas con el que la ANFP pretende despojarse de su responsabilidad de mando, es una herramienta artificiosa y mañosa, porque no tiene efecto preventivo alguno sin otras medidas estructurales que al Consejo de Presidentes les interesa un carajo.
La institucionalidad gubernamental tampoco puede aparecer ahora, con dos cuerpos más en el armario, solo como un ejecutor ex post. Al Gobierno le cuesta muchísimo asumir las consecuencias políticas de suspender los partidos por razones de seguridad, aunque los motivos sobren.
De La Moneda para abajo se teme a las reacciones de los hinchas activos en redes sociales, a los líderes de opinión que no entienden de razones o a las funas. Un ejemplo: la ex delegada presidencial Constanza Martínez, reconocida hincha de Colo Colo y hoy presidenta del Frente Amplio, llegó a autorizar un “Arengazo” un 8 de marzo, Día internacional de la Mujer, con un Santiago lleno de marchas y eventos masivos. Y como, por cálculo político, no podía quedar mal con el archirrival, la U, la manga ancha con los barristas azules era proporcional.
Es sabido en el mundo del fútbol que los Delegados Presidenciales, que coordinan con Carabineros el operativo previo y posterior a los partidos, funcionan con el olfato electoral y que su único poder real es la fijación del aforo -tema secundario para muchos clubes a los que solo les importa la plata de la TV-, porque asumir una cancelación de partido para la autoridad puede resultar insostenible ante la presión de los clubes grandes, sobre todo en un año electoral como éste. Revise cuántas observaciones de fondo ha hecho el actual delegado metropolitano Gonzalo Durán a la planificación de partidos de los clubes...
El Ministerio Público y los fiscales no atienden los casos de violencia en los estadios. No los incentiva, los recursos probatorios son complejos, burocráticos y las penas son muy bajas. Y Estadio Seguro es una entidad figurativa, en el sentido de que es un órgano técnico, al que se atribuyen decisiones que no adopta porque su límite llega apenas a la recomendación. La salida de Pamela Venegas anunciada tras los incidentes, es una anécdota. Desde que se creó el Ministerio de Seguridad, su cargo estaba en evaluación. Las determinaciones las toma la Delegación Presidencial y las ejecuta Carabineros, en la medida que los organizadores cumplan con los requerimientos.
El ministro del Deporte, Jaime Pizarro, la noche del jueves, no quiso pronunciarse sobre los incidentes, aunque fue a ver a su equipo al Monumental y presenció los incidentes como un testigo privilegiado. Su evasiva fue vergonzosa, impropia de una autoridad que debiera cuestionar duramente a los responsables, impresentable de quien es la figura política más calificada en materia de deporte, con una alta valoración pública, según las encuestas.
Pero todo este recuento resulta fútil al lado de la desgracia, de la tragedia, de la muerte.
Si el Ministerio de Seguridad y el ministro Luis Cordero efectivamente van a tratar a estos grupos de barras bravas o hinchas-delincuentes como organizaciones criminales, por primera vez estas víctimas fatales de la indolencia de los dirigentes del fútbol chileno, no serán en vano. Y a estas dos personas las recordaremos como un punto de partida, doloroso, lamentable, pero necesario para sancionar a los culpables con el rigor de la ley.
Si todo lo anunciado no deja de ser una declaración de intenciones de carácter político, tendremos de seguro muchos más muertos alrededor de nuestros estadios y muchos más delincuentes dentro de ellos.