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Furia

Era esperable que el inútil y apenas simbólico triunfo de Colo Colo sobre Bucaramanga iba a generar la queja amarga, el apuntar con el dedo a lo externo, la tapadera de bocas.

Javier Correa celebra. El delantero de Colo Colo anotó el gol ante Bucaramanga y después le echó la culpa al empedrado. (JONNATHAN OYARZUN/PHOTOSPORT/JONNATHAN OYARZUN/PHOTOSPORT)

Noche fría ante unas gradas despobladas que acrecentaban la sensación desoladora. A lo lejos, los inefables Garra Blanca lanzan fuegos artificiales porque esa necesidad enfermiza de ser los protagonistas y dueños del espectáculo no se extingue nunca, ni con las penas del infierno o de la Conmebol. Colo Colo, eliminado de la peor forma de todos los torneos internacionales, se enfrenta a un deslavado, laxo, intrascendente, incluso cobarde Bucaramanga que, necesitado del triunfo, juega como si estuviera más eliminado, castigado y humillado que su rival chileno.

Ganan 1-0 los albos con gol de Javier Correa. No sirve de nada, no aporta mucho, no cambia las cosas de lugar significativamente. A Colo Colo le quedan todavía tres partidos sin público en las copas de la Conmebol. Deberá pagarlos el 2026, si es que clasifica. Nada para celebrar en un mes y medio de confusión, enfrentamiento interno, desborde de la barra, falta de liderazgo e impostura permanente. Almirón ríe. Siempre ríe. Lo echaron pero sigue.

Entonces, en la zona mixta, Javier Correa que, al fin, logró calzar una racha goleadora, tres goles nomás, se planta desafiante: “Ustedes (periodistas) hablan mucho, nosotros no le hacemos caso a nada. Entendemos que Colo Colo vende más, debemos estar tranquilos”. Claro, al final la culpa es del señor del micrófono, el reportero que hace turno portón, el tipo que teclea en su laptop. Nunca de los jugadores, menos de Correa que falló una cantidad ingente de ocasiones de gol en momento cruciales y sólo la embocó, ora contra rivales menores (Unión, Ñublense), ora cuando no servía de nada (Bucaramanga).

Pero el “goleador” argentino, que al parecer había juntado mucha herrumbre ante las críticas, siguió: “Fue una Copa atípica, nos sancionaron injustificadamente, no tuvimos nada que ver y la Conmebol se dejó llevar. Estaríamos peleando, hay que aceptar estas injusticias”. Por supuesto, entre la prensa que dice lo que no debe decir y no dice lo que quieren los jugadores que diga, y la señora Conmebol que castiga injustificadamente por algo en que el club no tuvo nada que ver. Son víctimas.

Habría que analizar dónde se sitúa en el análisis de Correa la lentitud del mediocampo de Colo Colo, los pases al rival, los errores de Cortés, la falta de tiempo y distancia de Saldivia, la incapacidad enfermiza de Salomón Rodríguez para embocar, aunque sea una pelota, cuando recibe solo, frontal y con el arquero desarmado. Y el propio Correa. Hizo tres goles en tres partidos. Y falló veinticinco en los anteriores. Esa vocación por apuntar al bulto, por no buscar los palos, por marrar goles increíbles en los duelos importantes, como Fortaleza y Racing.

El inútil y apenas simbólico triunfo sobre Bucaramanga iba a generar esto: la queja amarga, el apuntar con el dedo a lo externo, la tapadera de bocas. En el análisis, como siempre, no entran el paupérrimo rendimiento en Buenos Aires y Fortaleza. Ni tampoco que el escándalo contra el mismo Fortaleza en el Monumental pudo costarle a Colo Colo la descalificación de la Copa. Sólo se salvó porque la cantidad de abonados a Disney y ESPN en Chile es tan grande, que la multinacional no quiso perder plata sacando a los albos. En Ecuador, Perú o Paraguay más del 80% de las transmisiones son por plataformas piratas. Chile es uno de los pocos países rentables y Colo Colo, su producto estrella. Eso no lo sabe Correa, pero alguien podría contárselo.

En definitiva, fue una copa catastrófica en un Centenario catastrófico para Colo Colo, donde, arrinconados, la prensa es el chivo expiatorio más lógico. Agravado por el hecho que a la hora de quejarse omiten una cantidad importante de programas complacientes, amistosos, “con la camiseta puesta”, donde se habla solo de “la pelotita” y se resalta “lo bonito y lo importante”.