Nuevamente el fútbol chileno está en receso. Un mes larguísimo, apenas pintado por tres encuentros suspendidos que se jugarán en dos fines de semana consecutivos. En Chile se juega poco, si no te toca una copa internacional, los equipos de Primera con suerte rozan los cuarenta partidos al año. Cifra de liga amateur.
Una mala práctica que se instaló con Pablo Milad y nadie en el Consejo de Presidentes ha reparado lo lesivo que resulta para la competitividad de nuestra liga. Hace un par de semanas salió un ranking de los torneos de Primera en América, esto es, Conmebol y Concacaf. El campeonato chileno se sumerge en el noveno lugar superado, de forma alarmante, por la rudimentaria liga paraguaya y la esforzada y casi amateur liga uruguaya. Es necesario aclarar que ninguno de estas dos ligas recibe, ni por asomo, los recursos económicos de la chilena por derechos de televisión. Es común en partidos de la AUF ver un potrero, una acequia y ganado pastando bucólicamente más allá de una verja húmeda. Y en la Asociación Paraguaya de Fútbol, sacando a los cuatro o cinco clubes más convocantes, la norma son partidos con trescientos o cuatrocientos espectadores.
Agrava la falta para la ANFP que las ligas paraguaya y uruguaya sean, en un 90%, torneos metropolitanos. En Chile se juega en Primera desde Iquique hasta Talcahuano. Hay estadios sólidos, no de primer nivel, pero al menos no se ven vacas y ovejas en el tiro de cámara y los clubes, vuelvo al párrafo anterior, tienen un ingreso cautivo que les permite operar con un piso asegurado.
¿Qué pasa? Las malas prácticas como ya señalé. En una guerra absurda contra tu principal socio comercial desde el 2020, la ANFP ha decidido hacer la del vivo a rostro descubierto: jugar la menor cantidad de fines de semana en un año completo. Es decir, jugar el mínimo de partidos y cobrar lo mismo a TNT Sports. Total, la televisión debe pagar igual. Y lo viene haciendo hace tres años, con total descaro y hasta esbozando una risa pícara, casi delictiva.
Los ladrones de gallinas suponen que nadie los ve.
Esto, además de generar un conflicto con TNT Sports, ha sido catastrófico a nivel deportivo. El jugador chileno se mal acostumbró a jugar poco, espaciado y sin apuro. Porque, a los recesos infinitos planificados desde Quilín, hay que sumar una cantidad ingente de semanas donde no se juega por elecciones, feriados y razones de todo tipo. El resultado es que no somos competitivos para enfrentar los torneos internacionales y, como ya vimos, pasar una ronda en la Copa Libertadores ocurre cada cinco o seis años. Modo Venezuela en la década de los ’90.
Es difícil ser razonable con la ANFP o el Consejo de Presidentes. Ni dando vuelta el edificio de Quilín cae una idea. Y cuando cae, es un absurdo. Todos los estamentos del fútbol han señalado que la regla del Sub 21 ha sido regresiva, inconducente y sólo trae problemas a los clubes. Que no funciona. Y la regla se mantiene.
Lo mismo con estos recesos tan dañinos. Son solo un chanchullo grosero de un ladrón descuidista. En septiembre tenemos otro receso de más de un mes por el Mundial Sub 20. Una locura. Argentina organizó el mismo torneo hace dos años y la competencia local, en todas sus divisiones, siguió sin problemas. Pero Pablo Milad, en su manejo obsceno del fútbol chileno a esta altura, ordenó parar todo mientras este Mundial, premio de consuelo de la FIFA luego de ser humillado, se juegue. Que “su” fiesta nadie la distraiga. Que nadie meta mano. Da lo mismo pisotear el torneo. Total, ya está muy pisoteado.
