- El extenuante torneo de 34 fechas se jugó en cinco meses. Huachipato ocupó apenas 17 jugadores y con ellos superó a la poderosa Unión Española y a un fuerte Colo Colo, base de la Selección que jugó el Mundial de Alemania ‘74.
- “Todos mis hombres saben a lo que juegan, por eso Huachipato es un equipo equilibrado. No juega por ningún motivo a lo que juega el rival, sino a lo que sabe y a lo que siente”. El resumen del entrenador Pedro Morales.
- “Ganamos ese campeonato porque todos estuvimos comprometidos con esa idea. Y cuando digo todos, hablo de los jugadores y sus familias. Era un grupo maravilloso, dentro y fuera de la cancha”, recuera Eddio Inostroza.
Para los estadísticos, los 50 años se cumplieron en 1974. Para la rigurosidad del calendario, este domingo 2 de febrero se celebra la fecha exacta del medio siglo en que Huachipato consiguió el título de campeón del Torneo Nacional ’74. Una corona impensada a comienzos de temporada, pero que se justificó íntegramente a partir del segundo tercio del certamen, pese a la mayor envergadura de sus dos grandes rivales, Unión Española y Colo Colo, y del emergente Palestino.
Desde 1967, cuando debutó en la división de Honor, Huachipato soñaba con su primer título. En aquel estreno, fue sexto. Vinieron después tres años de erráticos sistemas de torneos por zonas que probó la Asociación Central de Fútbol (ACF): Provinciales y Metropolitanos. El club acerero nunca logró clasificar para las fases finales.
Los torneos tradicionales de todos contra todos volvieron el ’71. Huachipato escaló de a poco: 12.o ese año; 8.o el ’72 y 3.o el ’73. En la rectora empresa de la siderurgia, se mantuvo la convicción en el proyecto deportivo. El ’74 algunos de los juveniles maduraron, otros de la zona se arrimaron y no se falló con los refuerzos. Al final, aquel 2 febrero de 1975, Huachipato se coronó como el primer campeón del sur. “Sin ser el más brillante ni el más arrollador”, como se escribió en la época. Pero sí “el más regular y equilibrado”.
Un campeonato anormal y desordenado
Sin otras explicaciones más que la realización del Mundial de Alemania y el frágil estado social en que se encontraba el país luego del golpe militar de 1973, el Torneo Nacional comenzó el 1 de septiembre de 1974.
Entre abril y agosto se había jugado la Copa Chile, entre los 18 clubes de Primera y los 16 de Segunda, divididos en tres grupos regionales cuyos equipos disputaban partidos todos contra todos, ida y vuelta. Un certamen que se eternizó, según la prensa deportiva, y que solo se justificó para recaudar dinero, que fue muy poco porque se jugó con estadios estaban semi vacíos. La situación económica del país no daba para asistir con frecuencia a los recintos. La que se vivía en las vigiladas calles, tampoco.
Deportivamente, los equipos fueron sobre exigidos con dos partidos a la semana. Aquel torneo pensado para que los elencos se pusieran en forma, de acuerdo a los medios escritos, solo fue emocionante a partir del tramo de los cuartos de final.
Campeón de la Copa Chile fue Colo Colo, que ganó una de las semifinales en un tercer partido extra con Huachipato. El equipo acerero era dirigido por Pedro Morales, quien en la práctica había estado al mando de la Selección en el Mundial ’74, tras una crisis diabética que aquejó al seleccionador Luis Álamos en Alemania. Pero los de Talcahuano se vislumbraron como uno de los actores principales de la temporada, aunque no llegaran a dar la vuelta olímpica de ese torneo de “puesta a punto”, que sí celebraron los albos al vencer en la final a Santiago Wanderers por 3 a 0.
La interrupción obligada por el Mundial, en el que Chile cumplió una correcta participación, aunque quedó eliminado en la fase de grupos, marcó una partida tardía, llena de problemas de calendarización.
Dado lo ajustado de las fechas hasta fines de año, la programación fue un verdadero caos. La ACF, presidida por Francisco Fluxá, comenzaba a vivir movimientos internos llamativos. Varios militares, representantes de los clubes de las Fuerzas Armadas -como Naval y Aviación- salieron de su habitual segundo plano, para generar ruido sin un propósito hasta ese momento claro.
Se supo temprano que el torneo del ’74 iba a terminar el año 1975, y que las fechas se irían sucediendo cada vez con menos días de descanso, lo que hacía presumir un final intenso, en el que los planteles más compactos tendrían mayores opciones. Pero jamás se sospechó que tendría un desenlace como el que se vivió.
La ventaja de Huachipato, un trabajo de años
El Huachipato campeón nacional 1974 había comenzado a cimentarse cuatro años antes, cuando llegaron al club los entrenadores Andrés Prieto, como jefe técnico, y Pedro Morales, como ayudante. A fines de 1970, Prieto tuvo diferencias de opinión con los dirigentes y se marchó. Morales solidarizó con quien lo había llevado, y pese a no entrar en el conflicto, también partió de Talcahuano.
“Después de don Andrés, llegó el profesor Luis Vera el ’71, que también mantuvo a una buena parte del plantel. Eso hizo que varios nos conociéramos bastante para el torneo del ’74”, recuerda Eddio Inostroza (78), uno de los históricos de ese equipo, integrante desde fines de la década de los ’60.
Morales se fue a dirigir técnicamente a Ñublense en 1971, y debido a la impresión de seriedad en su trabajo que había dejado en club acerero, a comienzos del ’72 volvió a Talcahuano, para profundizar las mismas ideas que había llevado junto a Prieto. En aquel torneo, Huachipato consiguió terminar con la defensa menos batida del torneo y el tercer mejor ataque.
Al año siguiente, en el trágico 1973 que padeció Chile, Huachipato se posicionó en el tercer lugar, detrás del indiscutible campeón, Unión Española, y de Colo Colo, que sobre el cierre del campeonato le quitó el segundo lugar al equipo de Morales. Con todo, Huachipato siguió mejorando en una de sus debilidades futbolísticas estructurales, la zaga. Aquel certamen, cerró con la mejor defensa del torneo en cuanto a números: 28 goles en contra en 34 partidos.
Un comienzo a media máquina
Luego de un debut prometedor -el domingo 1 septiembre de 1974-, al pasarle por arriba a Concepción (3-0) en el clásico de la zona, prontamente se topó con uno de los tres grandes perseguidores que tendría en el torneo: Palestino. La estrecha derrota en Santiago frente a los tricolores (1-2), puso al equipo de Morales en la óptica de la prensa capitalina. Sería un elenco que daría que hablar en el año, adelantaron los cronistas.
Los siguientes partidos marcaron una tendencia: imbatibilidad en Las Higueras, con un peso ofensivo más que sólido en su cancha, y con un juego más conservador de visita, pero suficiente para rescatar puntos. La racha de 4 triunfos y un empate, tras la derrota con Palestino, fue nuevamente golpeada por un segundo elenco poderoso: Unión Española, el campeón vigente.
Los hispanos, que eran los principales favoritos junto a Colo Colo para quedarse con la corona, le propinaron la que sería la segunda derrota más dura del año: 3 a 1 en el Estadio Nacional, con dos goles del mundialista Sergio Ahumada. Lo único positivo de aquella fecha, fue que los otros equipos en la lucha de arriba, Colo Colo y Palestino, en el partido de fondo de esa reunión doble en Ñuñoa, igualaron a un tanto y no se escaparon en la tabla (N. de la R.: en aquellos tiempos, el ganador obtenía dos puntos).
El mazazo de Unión Española fue doloroso. Si bien, Pedro Morales le bajó el perfil y le dio todos los méritos al equipo hispano, el cuadro sureño sufrió un bajón a la semana siguiente y no pudo doblegar a otro oponente de la zona. Solo pudo igualar a cero con Lota Schwager.
“El equipo don Pedro lo tenía claro, y las piezas empezaban a ajustarse. Los extranjeros (Rivero y Sintas) ya estaban adaptados. Nuestro mediocampo era fuerte y muy dinámico. Yo ya estaba consolidado en la zona de volantes y me encontraba en un muy buen nivel para complementarme con los zagueros centrales y dar solvencia en la salida; Moisés Silva tenía una trayectoria reconocida, sin embargo en cada partido lo daba todo y los últimos minutos había que redoblar esfuerzos; después, entre Salinas y Neira solucionaban el resto de los problemas, se iban alternando y tenían una disputa muy leal por ser titulares. Esa competencia interna don Pedro la ponía al servicio del equipo”, detalla Inostroza.
Sobre los dos uruguayos que se sumaron al plantel, el jugador procedente de Chiguayante comenta: “Rivero era un zaguero bravo, fuerte, difícil de superar en el hombre a hombre. Sintas estaba tocado por la varita esa temporada. Andaba derechito, era luchador, tenía movilidad y cabeceaba muy bien. Además, tuvo una racha impactante ese año, no salió goleador solo porque Julio Crisosto tuvo un fin de campeonato espectacular y Sintas bajó en el finiquito”.
Fuerte y derecho
Huachipato se encendió a partir de la décima fecha. Entre el 11 de octubre y el 11 de diciembre se jugaron 14 fechas, algo desusado en cualquier campeonato con visos de normalidad.
Pero el equipo de Morales mostró sus credenciales. En ese período ganó 13 partidos, igualó uno y no registró derrotas. Pero hubo un triunfo especialmente apreciado, el 1-0 contra Colo Colo en Las Higueras (fecha 13), con anotación del uruguayo Rivero, quien había sido titular en Gimnasia y Esgrima de La Plata, pero que en su anterior paso por Huachipato había destacado por su buen timming para anticipar, una faceta que en Chile no era común.
El único resultado que dolió fue la igualdad sin goles con Palestino como locales (fecha 19), pues el club de la colonia árabe se empinaba como la otra revelación del campeonato. En aquel partido Huachipato había sido un claro dominador, pero Sintas estuvo errático y no bastó con el empuje.
“Jamás he ofrecido títulos, el fútbol es muy ilógico para ello”, sostenía Pedro Morales, un profesor de Enseñanza Básica, con mención en Educación Física, que había obtenido el título de entrenador en 1960, tras terminar un curso dictado por Fernando Riera y Gabriel Hanot, y que se caracterizaba por su prudencia, cercanía con el jugador y sobriedad al momento de enfrentar a la prensa.
“Yo con don Pedro aprendí a jugar, después de una gira por Centroamérica en la que me puso de volante de contención, en lugar de Sergio Ramírez”, dice Inostroza. “Lo mismo pasó con Francisco Pinochet, un lateral izquierdo de gran calidad, muy parecido a Antonio Arias, al que le dio la confianza para asentarse en el puesto. Y también lo hizo con Carlos Cáceres, un puntero derecho de mucha potencia, que también venía de Chiguayante. Cáceres fue fundamental en el ataque, pero también al asociarse con el lateral derecho -Daniel Díaz- cuando por la derecha subía al ataque”, precisa Inostroza.
Metido entre los grandes
La notable racha de esos dos meses como invictos tuvo un abrupto corte en el Regional de Antofagasta. Sorpresivamente, los locales, que cumplían una discreta campaña y que venían de ser vapuleados 6 a 0 por Wanderers en Playa Ancha, vencieron al puntero del sur por 3 a 2 (fecha 24) en el choque de los extremos de la Primera División. Un tropiezo inesperado que apretó la tabla de posiciones y le puso una dosis de suspenso por el partido que debía jugarse tres días después: ante el campeón Unión Española.
La gran incógnita de la prensa capitalina, que elogiaba a Huachipato por su equilibrio futbolístico en todas las líneas, era si aquel cortísimo plantel de 18 jugadores profesionales alcanzaría para llegar con fuelle a las jornadas programadas ya para el año 1975.
Morales había impuesto lo que él denominó la autogeneración de disciplina: jugador que fuera expulsado por discutirle o insultar al árbitro, perdía el puesto. Ese principio se extendía al de la conducta fuera de los entrenamientos. La exigencia de un torneo apretado en el calendario, obligaba a mantener un comportamiento acorde a una dinámica donde se entrenaba poco, por la seguidilla de partidos y por los traslados que debía tener el equipo sureño.
“A diferencia de los equipos de Santiago, Huachipato debía moverse bastante. Por fortuna, en ese tiempo estaban Lota, Naval y Concepción, que eran de la zona lo que nos posibilitaba no salir tanto de la región”, recuerda Inostroza. Pero en comparación a los clubes capitalinos, había una desventaja.
La fecha 25, previa a la celebración de Pascua, tuvo un condimento particular. El miércoles 18 de diciembre en el Nacional, en quizás el mejor partido del campeonato, Colo Colo vencía 5 a 3 a Palestino y volvía a ponerse en carrera por el título, a la espera de lo que hiciera Huachipato el jueves 19 en Talcahuano, frente al otro aspirante, Unión Española.
La ajustada victoria de 2-1 sobre los hispanos, con tantos del experimentado Pablo Astudillo -ex Colo Colo, que tuvo su momento de fama en la Copa Libertadores del ’67 con los albos-, y del artillero uruguayo Sintas, le dieron a los dirigidos de Morales la convicción total de que el campeonato ya no era un sueño. Estaba cerca de ser real, porque dependía de ellos mismos.
“Todos mis hombres saben a lo que juegan, por eso Huachipato es un equipo equilibrado. No juega por ningún motivo a lo que juega el rival, sino a lo que sabe y a lo que siente”, apuntaba Morales, cuando le preguntaban por los méritos de su equipo y la meta estaba a 9 fechas, 18 puntos en disputa.
Cansancio en plena recta final
Junto con el comienzo del año se vino para los acereros una seguidilla de tres triunfos consecutivos, y un empate dramático con Colo Colo en el Nacional, ante 54 mil espectadores. Leonardo Véliz le había hecho un gol de camarín a Huachipato a los 2′. Ya entrada la segunda etapa, Sintas lograba el empate (68′). A los 82′, Bigote Godoy, un gran proyecto no consolidado de Ñublense que llegó a cambiar su suerte a Talcahuano, puso en ventaja a los sureños, y Miguel Ángel Gamboa anotó la paridad a 5 minutos del final. Al cierre de esa jornada, y restando cinco partidos para el final, Huachipato lideraba (49), lo seguían Palestino (46) y Colo Colo (44).
“Pensé recién en el título cuando empatamos con Colo Colo”, expresaría semanas después Pedro Morales, valorando una igualdad que también quedó calificada como uno de los mejores cotejos del campeonato.
Pero si el valioso empate frente a los albos les había resonado positivamente, el siguiente compromiso les taladraría los huesos. Se trataba de un partido atrasado por la fecha 26, que había sido suspendida por motivos administrativos. Fue reprogramada para jugarse entre la jornada 30 y la 31, toda en un solo día: el miércoles 15 de enero.
Huachipato no pudo recuperarse del desgaste ante Colo Colo en el Nacional tres días antes. En Coronel, en el histórico Federico Schwager, Lota le estampaba la peor derrota del año, un categórico 3-0. Además, sufría la segunda expulsión del año -Francisco Pinochet-, el lateral izquierdo que estaba haciendo el mejor campeonato de su vida. A su vez, Palestino quedaba a un punto al golear al casi descendido Unión San Felipe.
“Solo una vez vi que el título se nos podía escapar: la derrota ante Lota Schwager nos pegó fuerte”, confesó Moisés Silva, el estandarte del equipo acerero, quien con sus 33 años a cuestas era el jugador llamado a poner la calma en esos momentos.
Silva vivía a tres cuadras del estadio y ese año terminaba contrato con el club. Había debutado en Everton en 1958, a los 17 años, junto al histórico mundialista Eladio Rojas, y su máximo hito hasta ese año era haber ascendido con Unión Calera en 1961 y compartir formación con el ídolo chileno Elías Figueroa. Era el de mejor rendimiento físico del plantel, pese a ser uno de los mayores.
“Fue en esos momentos cuando más se notó lo diferente de ese equipo. Estábamos todos, jugadores y familias, compenetrados en conseguir el campeonato. Era un grupo maravilloso”, precisa Eddio Inostroza, que a esa altura del torneo, ya sabía que su destino al año siguiente sería jugar en un equipo de Santiago: lo habían hablado de Universidad de Chile, Colo Colo y Unión Española.
El plantel corto, eso sí, conspiraba para llegar al objetivo. Mientras los albos e hispanos hacían gala de una banca de reservas rica en nombres, Huachipato apenas alcanzaba a completarla. Pero ninguno estaba dispuesto a ceder su titularidad. Más que estar en la cancha, era un compromiso con el proyecto.
Los benditos 2 a 2
Tres días después de caer ante Lota, el sábado 18 de enero, Huachipato volvió a sufrir. Visita a O’Higgins en El Teniente, y lo que en el papel era un encuentro asequible, se transformó en pesadilla al término del primer tiempo. O’Higgins se fue al descanso con un cómodo 2-0, y Pedro Morales, quien vio la etapa inicial desde la tribuna, baja apuradamente las escalinatas para dirigirse al vestuario.
“Cuando el puntero pierde, los demás se agrandan”, comentó a la prensa, sin dar detalles de lo que conversó con sus jugadores en el entretiempo. Pero al término del encuentro, las crónicas subrayaron que ante los rancagüinos, Huachipato había dado un paso fundamental al poder empatar a dos tantos en el segundo tiempo, gracias “a poner algo más que fútbol”. Los goles de Bigote Godoy y Carlos Cáceres devolvieron la confianza a un equipo que temió ver frustrado su sueño en la puerta del horno.
“Cuando el equipo se sobrepuso a ese 2 a 0 en contra ante O’Higgins, vi que el título no era esquivo”, admitiría el técnico acerero, que además celebraba por motivo doble, ya que Unión vencía a Palestino.
Quedaban aún tres partidos para poder dar la vuelta olímpica. Huachipato llevaba dos puntos de ventaja sobre Palestino. El antepenúltimo duelo fue un cerrado 1-0 frente a Universidad de Chile, el miércoles 22 de enero en Las Higueras ante 8.206 personas. El gol: el incansable Carlos Cáceres. Palestino visitaba Coronel y se paseaba con un cómodo 3 a 0.
Había que abrochar la temporada, era la consigna acerera. Pero Rangers se había salvado la fecha anterior del descenso y jugaba sin presión alguna. Más de un rumor corrió en los días previos que Palestino (50 puntos) y Colo Colo (49) habían hecho llegar el mensaje a Talca de que ‘algo podía caer’ si superaban a Huachipato (52).
El domingo 26 de enero, en el Fiscal talquino, la tensión en el camarín visitante se respiraba en cada rincón. Todos en el plantel sabían que llegaban con lo justo en lo físico, pero que si ganaban se consagraban campeones del Torneo Nacional.
“Era un plantel unido, solidario, de mucho compañerismo, pero no teníamos la costumbre de estar peleando un título”, señala Inostroza, quien ya tenía cerrado de palabra con el directivo Abel Alonso para jugar por Unión Española la siguiente temporada.
Rangers se dio cuenta del nerviosismo del líder. Libre de todo estrés, sin nada que perder y quien sabe si mucho que ganar, el local dominó desde el minuto inicial. El delantero Abatte puso el 1-0 y Hernández aumentó comenzado el segundo tiempo.
Lo que sucedió entre el minuto 50 y 60 de aquel partido, quedó en los episodios marcados del título aurinegro, porque dos aproximaciones de Huachipato al área rival culminaron en infracciones que el juez Lorenzo Cantillana sancionó penal.
Mario Salinas, el joven volante que había llegado el ‘74 a Huachipato desechado por Universidad Católica, confirmó su depurada técnica en los dos lanzamientos desde los doce pasos: 2 a 2 y a aguantar el vendaval rangerino.
“En Talca nos costó mucho, además yo tuve un accidente”, relata Inostroza. “Me rompieron la cabeza de un piedrazo”, recuerda el volante. Las crónicas describen que la indignación del público local por los dos penales que consideraron inexistentes, derivó en agresiones a los visitantes desde las graderías. El partido, a los 61′, se suspendió. “Pero yo no me fui ni dejé que me sacaran del partido. Me pusieron siete puntos en la cabeza y volví a la cancha, y don Pedro me aguantó”, dice lleno de orgullo Inostroza.
Huachipato había conquistado un punto de oro, que adquirió toda la relevancia histórica cuando los jugadores se enteraron en el vestuario que Palestino también había empatado, después de ir ganándole 3-0 a Magallanes.
El glorioso envión final
Todos los testimonios coinciden en que el último partido, contra Deportes Aviación en Las Higueras, fue uno de los peores jugados en el año. La ventaja de dos puntos era tranquilizadora, un empate servía para dar la vuelta olímpica (el ganador obtenía 2 puntos en esa época), pero el bajón de la última parte no garantizaba nada.
Los más experimentados trataron de imponer la calma en la previa y llamaron a tener paciencia al público si es que no salía el gol rápido ante los aviadores. Un público que, reclamaban los reporteros locales, recién se había enganchado con el equipo cuando vio la inminente opción del campeonato, porque en general la asistencia en la primera rueda fue bastante magra para el gran rendimiento del equipo.
El zaguero Guillermo Azócar, reencantado con el fútbol propuesto por Morales, luego de una dura marginación de Lota Schwager; el lateral Daniel Díaz, que podía jugar por ambas bandas y que incluso fue utilizado como volante mixto por su buen manejo de balón; y el portero José Luis Mendy, que el ’72 había sido reserva de Manuel Astorga todo el año y que el ’74 se convirtió en el capitán del equipo, fueron los que llevaron la voz cantante esos días. Se sumó Moisés Silva, el jugador más parejo de los acereros a lo largo del certamen, a insistir que la impaciencia no cundiera. “Hay que hacer un partido inteligente”, fue la frase más empleada.
Ese domingo 2 de febrero de 1975, Aviación complicó más de lo esperado, porque solo se dedicó a defender. Pese a la presión sostenida, el dominio y las oportunidades desperdiciadas del primer tiempo, el visitante no abandonó su libreto y se concentró en su campo. El apoyo de los 30 mil espectadores que llegaron a Las Higueras, más los que se apostaron en los cerros, no declinó, pero el descanso llegó sin goles. En La Calera, en tanto, Palestino goleaba en los 45′ iniciales por 5 a 1, y esperaba el milagro.
“Nunca jugué un partido más largo que ese último con Aviación”, recordaba Moisés Silva después del encuentro. Autor de 4 goles en el torneo, todos de pelota detenida (incluso uno olímpico), el volante fue instruido por Morales a aquietar el juego en el complemento, y hacer que Aviación saliera de su campo. “Pasamos muchas aflicciones para empatar en Rancagua y en Talca, no íbamos a sufrir lo mismo en casa”, confesó Silva.
La estrategia de dejar que el tiempo pasara, hizo que Aviación saliera de su repliegue y se atreviera. Llegó una sola vez con peligro, en un mano a mano del atacante Orellana con Mendy, que se perdió cuando el balón se fue a un costado del arco. El aviso que silenció Talcahuano duró solo un par de minutos. Hasta que Las Higueras estalló. Un remate de Moisés Silva que fue desviado por el arquero de Aviación -Leyton- rebotó en el volante Ulloa y se metió al arco de la visita. Autogol, vale igual.
El festejo en el estadio empezó apenas el árbitro Alberto Martínez decretó el final. Los últimos 20 minutos estuvieron de más, porque Huachipato estiró los tiempos muertos del partido a más no poder, y Aviación no tenía el vuelo futbolístico para intentar la hazaña. El reducido plantel abrazado con un calmo Pedro Morales fue la imagen que mejor reflejó el año: un grupo cohesionado en torno al director de orquesta. La celebración en el puerto de Talcahuano se alargó hasta que el toque de queda imperante lo permitió.
La historia se apaga lentamente
“Yo no participé mucho de la celebración privada que dio el club. Huachipato en aquel entonces me tenía tranquilo, pero no contento. Mi objetivo era Santiago. Mis mellizos habían nacido hace poco y ya eran tres los niños que alimentar. Nunca hubo un acercamiento para que siguiera, y eso que yo era uno de los sueldos más bajos del plantel. Pero todo eso no significa que no le tenga un gran aprecio a la institución, guardo muy buenos recuerdos y agradecimientos”, reflexiona Eddio Inostroza, quien seguiría jugando a gran altura en Unión Española y luego en Colo Colo.
“Huachipato ganó este título con sacrificio. Entrenando dos veces al día con o sin lluvia, amparado por un respaldo total, que fue desde directivo hasta familiar”, resumió en su momento Pedro Morales, el entrenador que seguiría en Huachipato para afrontar el desafío de la Copa Libertadores y que fue elegido “El Personaje del Año” por los medios periodísticos de la zona penquista.
Los números justificaron plenamente el título: Huachipato fue la valla menos vulnerada (30 goles), el cuarto mejor ataque (63 goles), detrás de Colo Colo, Palestino y Unión. El plantel corto se reflejó con claridad: jugaron apenas 17 futbolistas (el único que no lo hizo fue Simón Kuzmanic, meta reserva) y fue el equipo con menos reemplazos. Tuvo la mejor asistencia individual con el portero Mendy, el zaguero Azócar y el delantero Cáceres, que estuvieron en los 34 partidos; Sintas e Inostroza, en 33; Salinas en 30; Pinochet en 29; Daniel Díaz en 28 y Godoy, en 25. La advertencia de Morales a comienzos de torneo tuvo resultado: fue el equipo con menos expulsiones, solo 2 en 34 fechas.
“No sé si el club va a celebrar algo este 2 de febrero. A mí me llamaron de una agrupación de hinchas el otro día, pero nada oficial relacionado al club. Con el grupo de jugadores de Huachipato ’74 tenemos poco contacto. La mayoría no es dado al uso de la tecnología, y a muchos de ellos no los veo hace tiempo. Ya se nos fueron Francisco Pinochet (1990) y Luis Mendy (2023), y hay algunos que están con problemas de salud y movilidad. Bueno, yo mismo no la he pasado bien últimamente, aunque ahora estoy tirando p’a arriba”, dice con optimismo Eddio Inostroza, quien una vez retirado se transformó en instructor y entrenador de fútbol, en parte siguiendo los consejos de su mentor, Pedro Morales.
Al cierre de una conmemoración que para aquellos jugadores del plantel será a título personal, un mensaje para el que le corresponda. “Es una pena que Huachipato, con todos los recursos que hoy manejan estos clubes, no organice algo bonito. Mal que mal, fuimos los primeros campeones del sur y se están cumpliendo los 50 años”, comenta Eddio Inostroza, con una digna resignación.