Minutos después de terminado el Cónclave, cuando los 133 cardenales haya llegado a consenso para otorgarle, al menos, 89 votos al nuevo Papa, este vive uno de los momentos más impresionantes a los que se puede aspirar en la carrera eclesiástica.
Luego de haber aceptado la proclamación, el nuevo sumo pontífice debe dirigirse a la llamada Sala de las Lágrimas de la Capilla Sixtina. Este es un lugar de reflexión, donde vive en soledad un instante de reflexión y oración, antes de tomar la vestimenta del cargo y dirigirse a la Plaza de San Pedro, donde es presentado a los fieles, que se congregarán, tras haber percibido el humo blanco de la fumata que proclama que “Habemus Papam”.
Así es la Sala de las Lágrimas
La Sala de las Lágrimas, debe ser, sin lugar a dudas, uno de los rincones menos conocidos de la Capilla Sixtina. Se ubica al interior del Palacio Apostólico y no está abierta al público.
Se trata de una habitación muy sencilla, decorada con sobriedad y es ahí donde se encuentra, además, la vestimenta necesaria para que el nuevo Papa elija entre los tres trajes que están disponibles, aquel que más se ajuste a sus medidas. Hay una estola blanca, zapatos nuevos y un espejo.
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La potencia que tiene este lugar ha quedado reflejada, por ejemplo, en las palabras que Joseph Ratzinger emitió antes de convertirse en Benedicto XVI. “Señor, ¿qué me estás haciendo?”, proclamó.